por Inés Zarza
Acabo de regresar de la tercera edición del Festival de Cine Español en Perigueux en el que se presentó la traducción al francés de mi novela La Mujer Olmo.
Atrás, en la retina y la memoria los nervios, las entrevistas, los encuentros y tertulias con otros escritores; Alfons Cervera y Dominique Moratinos. Atrás, la amabilidad de la Asociación Estupendo que me acogió con todo el calor y todo el cariño en esta isla española en plena región perigordina. Atrás, y de modo especial, conocer a mi editor José Santos y disfrutar de su elegancia y sencillez.
Atrás, ese sentirse por unos instantes una auténtica escritora y no una pirata en perpetua lucha con un teclado inclemente.
Atrás, en lo más profundo de este corazón de escritora solitaria, el agradecimiento a su traductora que también fue la correctora de la novela original y que hoy, después de más de 20 años de amistad, sigue creyendo, contra viento y marea, que tengo algo que contar. Y que estará ahora, en este mismo instante, enfrascada en la corrección de mi segunda novela.
Tantas veces quiera dar las gracias que esta vez no temo repetirme
Gracias a la autora del cuadro que ilumina la portada de la versión francesa, Bibiana Ulanosky, por su generosidad participando en esta modesta aventura literaria.
Gracias a Paz Diez Dean, autora de la foto de contraportada, gracias por el instante mágico que pasamos en Bosque de Oma que su ojo de artista supo captar. Por un error (mío) su nombre no aparece en los créditos. Quisiera no pensar que el agradecimiento y la disculpa llegan demasiado tardar.
Gracias a Marisol de Proscritos por su valentía y su incombustible amor por la literatura, quien hace muchos años me calificó con una expresión que llevo conmigo desde entonces: “Una escritora de raza”.
Gracias a todos mis futuros lectores, porque estoy segura que sois muchos sólo que aún no os habéis dado cuenta. Es también y sobre todo a vosotros a quiénes quiero dedicar estas palabras.
Por delante, las ganas de contar, de contarme, de contaros.
Gracias.