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Que lo haga Karanka


(Imagen de Libertad Digital)

Miguel Pérez de Lema

No está nada mal esto de tener un Karanka al lado para que se coma los marrones. Cuando la cosa se pone tiesa, inómomoda, ingrata, va Mourinho, mira a su subordinado y le encaloma el muerto.

-Hemos palmao en casa, hoy te toca atender a la prensa.
-Como las balas, jefe.

Con la karankada y su amplísima difusión mediática, estamos ante la expresión visible y pública de uno de los grandes espantos nacionales, esta ruina a dos velocidades. Y eso que le tenemos que agradecer a Mou. Porque se ha establecido un país con derechos, trienios, convenios, sindicatos, cositas, a lomos de una masa informe, innúmera, de karankas, correturnos, jóvenes que frisan los 40 y se rapan la cabeza para que se note menos que son ya calvorotas de mediana edad y medianía general, de muchachos con dos carreras y retención de semen, de figuración con frase. «Sí, amo».

Dicen que tenemos 700.000 maestros públicos en pie de guerra porque el Gobierno les va a quitar a sus karankas particualres, esos tristes comodines sin plaza de funcionario, que esperan, esperan, esperan, y complementan lo que les echen.

-El lunes no vengo, que estoy con depresiones.
-No te preocupes, tenemos a Karanka para cubrirte.

No hay oficinilla en España que no cuente con su pequeño gran hombre, su abnegado y manso Karanka. Esos López, de contabilidad; Padilla, de administración; Pons, de atención al cliente. Siempre alerta, como el lebrel, para recoger la presa abatida y esperar la blanda mano que les acaricie el lomo.

-López, mañana me va usted a la reunión con los de X., que son unos pelmas y además les debemos 6 meses.
-Faltaría más.

-Padilla, estamos muy contentos con tu trabajo y es hora de que vayas asumiendo más responsabilidad. Son ya las 6 y yo tengo que salir a hacer unos recados, pero te quedas aquí hasta que llamen de fábrica, y me informas bien de todo.
-Eso está hecho.

Pasan los años y la vejez envuelve con su tela de araña a los imprescindibles karankas, esperando el día de su compensación, la mañana gloriosa de su nombramiento. Mientras, el país se va poblando de cargos intermedios obsoletos, que nadie sabría muy bien decir a qué se dedican, y que ocupan la mayor parte de su tiempo a hacer bailar a sus subalternos, que les temen y admiran, en una infernal representación del tedio, el cobismo, y la desesperación.

Viva España.

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