por Marisol Oviaño
(Fotografía del escaparate de la trinchera proscrita. La decoración navideña ha corrido al cargo del taller de escritura para adolescentes)
No hay una sola Navidad.
A lo largo de la vida hay navidades felices y navidades tristes. Incluso navidades sorpresa, como esas en las que toda la familia coge una gripe. O aquellas en las que la mesa familiar se convierte, por arte de magia, en un campo de batalla en el que todo el mundo dispara sus rencillas.
Lo importante es sentarse a cenar y a comer con la intención de disfrutar de lo que haya, viandas y compañía; algunas veces funciona. Y las navidades que salen bien se quedan para siempre en la memoria y marcan el modelo a seguir, que no siempre se consigue.
Cuando leáis estas líneas, yo estaré camino del pueblo, rumbo a una Navidad tan incierta como la vida.
Pero no quería marcharme sin desearos antes, en nombre de todos los proscritos, muy felices fiestas.