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Just call me Ramón

Miguel Pérez de Lema

Lo he visto hace poco, con su naricilla respingona, sus anillitos de presumir y su cutis de monja, en una tertulia de las de la parte final de la TDT -esos canales abisales a los que sólo llegas en tardes de tedio infinito- y puedo afirmar que Ramoncín está vivo. Hace cosas. Y sacó un disco hace no mucho.

Como cada día es más joven y parece como más chatungo, se hace raro dejar de llamarlo Ramoncín, pero como es un hombre serio del mundo de la cultura, pues oye, ahora es «simplemente Ramón». Sobre la viscosidad propia del personaje, esa apropiación del Ramón, sin apellido, nos resulta especialmente dolorosa porque la marca Ramón, en la cultura española, está más que reservada para ese ser supremo que fue Gómez de la Serna.

Simplemente-Ramón tiene/tuvo algo de nobleza, y hasta gracia, en su chulería vallecana de los primeros tiempos, porque para llamar la atención los chavales de barrio tenían que mantener la actitud de ir a partirse la cara con cualquiera y «chulearte la piva por el morro», que cantaban los Burning. Pero el muchacho pasó del lumpen al cogollo del meollo del pesebrismo y de ahí al núcleo duro de esa organización cosmodemónica que es la SGAE, y siguió manteniendo el tono de chulángano, de salvapatrias, de hermanito de los pobres, mientras se lo llevaba calentito de acá y de acullá -en TVE, forexempol, pilló un cacho to guapo, y esas turnés de pregones progres y conferencias chelis que se pegó a costa del Presupuesto-.

Cuando a la chavalada la llamaron criminal y la amenazaron con todo el peso de la Ley por bajarse unos temas, y se les hizo pagar a la SGAE por el gepeto, Simplemente-Ramón siguió dando la cara por el Dios Moloch del morro autoril, y se volvió el tío más odiado de España. Una cosa es el vacile suburbial y otra ir de macarra desde la vida muelle del poder, de las leyes ad-hoc. Pedazos de caterings que suministraba el Caco Senante en las tenidas de la cosa cosa. Hasta el ojete se debían poner mientras arriba en su despacho el presi Bautista, hacía planes para comprar con el dinero apandado todos los locales de Gran Vía, y por la gatera se les perdía X viruta con destino a esto y a lo otro.

A tope con la maquinaria.

En estas que se mascaba El Hundimiento progre pero a Simplemente-Ramón su veta brava -otro rasgo de nobleza suyo- le impidió tener la prudencia que sí han tenido la mayoría de las gentes muycomprometidasconelprogresoenestepaís, que son más de borrarse cuando la cosa se pone chunga, y cuando la SGAE apestaba a podrido él siguió manteniendo su defensa tabernaria y sus arrebatos legalistas. Se le fue la pinza, daba manotazos al aire como un boxeador sonado y tenía ganas de movida con todo el mundo. Era cuando cerraba webs de chavales que se descojonaban de su cara, porque en el fondo lo triste, lo insuperable para Simplemente-Ramón es que es un ex rokero al que ningún joven ha escuchado cantar, que los chicos se dejarían despellejar antes de bajarse un tema suyo y que en general les resulta así como un señor mayor cabezón con cara de niña que regaña a todo el mundo y da bastante mal rollito.

En estas que hoy sale en los papeles que van a por él. Que lo han imputado por «delitos de apropiación indebida y/o administración desleal, así como falsedad documental».

Hablan de 170.000 leuritos, de subtramas del caso SGAE.

La cosa tiene pinta de perro hinchado, de mini linchamiento mediático que no va a ir a ninguna parte. Pero qué quieren que les diga, hacer ilusión, la hace.

Más en: lainformacion

Bola extra: 10 minutos y medio de placer intenso.

http://www.youtube.com/watch?v=SFyzOKyrqM8

Una respuesta a «Just call me Ramón»

Me hace mucha gracia tu homenaje explícito a Burning y el no tan explícito a Sabina…te va a pedir derechos de autor.:-) o eso le podría parecer…

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