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El paro alemán desde la gran depresión hasta la 2ª guerra mundial, y la molicie española (Reloaded)

Repetimos esta entrada que publicamos por primera vez a comienzos de este año. Ahora que el año va a terminar todo es mucho peor. El número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) subió en 74.296 desempleados en noviembre, un 1,5% respecto a octubre y roza los 5 millones. La OCDE dice que 2013 será peor y en España sigue sin darse un sólo paso para afrontar este problema que es la mayor vergüenza de los países desarrollados -entre los que pronto dejaremos de estar-.

Miguel Pérez de Lema

Evolución del paro en Alemania 1928-1939

1928 – 900.000
1929 – 1.800.000
1930 – 3.000.000
1931 – 4.500.000
1932 – 5.575.492
……………………….
1933 – 4.804.028
1934 – 2.718.309
1935 – 2.151.039
1936 – 1.592.655
1937 – 912.312
1938 – 429.461
1939(finales de julio) – 38.379

La destrucción de empleo en nuestro país sólo tiene un precedente similar dentro de la historia contemporánea de Europa, en la crisis de Alemania tras el crack de 1929. En Alemania, la tendencia se invirtió bruscamente a partir de 1933, con una dura política económica que centraba todos los esfuerzos del Estado en el estímulo de la creación intensiva de empleo.

El paro en Alemania llegó a su máximo en 1932, con 5.575.492 desempleados, para una población de 67 millones de habitantes. El paro en España en 2012, según la última EPA, es de 5.273.600 desempleados, para una población de 47 millones de habitantes. Ya hemos superado ampliamente a aquella Alemania en porcentaje de desempleados forzosos, sin que se atisbe la mínima reacción creíble para detener este suicidio de la nación, ni mucho menos una verdadera Política de Estado a la altura del desafío.

La oportunidad de estudiar el caso alemán se debería tener en cuenta.

El grave problema del “ejemplo alemán” es que tras su derrota en la II Guerra Mundial, todo aquel período ha quedado sumido en una desaprobación absoluta y generalizada. Sin embargo, algunas medidas tomadas en esos años para refundar la economía alemana -como el apoyo a la industria nacional, el desarrollo de las infraestructuras y el saneamiento de la Hacienda pública resultante de la suma de ambas- podrían ser hoy, para nuestro país extenuado, de máxima utilidad, casi de vital importancia.

Un ejemplo de los beneficios inmediatos de aquellas políticas puede ser ilustrativo. Se estima que el despliegue del proyecto de autopistas emprendido en Alemania -el primero que se hizo en el mundo, acompañado además por sendos programas de desarrollo de la industria automovilística y del apoyo a la compra por parte de la creciente clase media- se financiaba en un 35% con lo que el Estado se ahorraba en pagar subsidios a los trabajadores desempleados -que lograban empleo en esos años-, y en otro 30% con el aumento de la recaudación de los impuestos derivados del crecimiento del consumo de todo tipo de productos en una economía en expansión.

La absoluta excepcionalidad de la situación de España, y las perspectivas de intenso deterioro inmediato, podrían hacer que nuestros poderes económicos rescatasen algunas ideas de la Alemania de 1933. Por supuesto las situaciones tienen importantes diferencias y no bastaría con copiar las medidas, algunas de las cuales -la burbuja de la industria armamentista- se mostraron contraproducentes y condujeron finalmente a un callejón sin salida a Alemania.

No obstante, el pánico a ser asociados con la más mínima medida del régimen de la Alemania de los años 30, disuadirá fatalmente a nuestros gobernantes de intentar probar alguna de sus recetas en materia económica. Somos todos nosotros, los españoles, los que probablemente castigaríamos a quien lo intentara, incapaces de deslindar la cualidad técnica de la “mancha” ideológica, y quienes, por tanto, también nos veremos privados de los posibles beneficios que reportarían estas medidas.

Mientras, el tiempo pasa cada vez más deprisa y las posibilidades de supervivencia, para cada vez más españoles, se hacen más remotas. No es fácil predecir el desenlace en un futuro a medio plazo de nuestra total falta de reacción ante el hundimiento completo de nuestro sistema económico. Pero no sería descabellado pensar que no “contaminarnos” un poco ahora, con este tipo de medidas, a modo de vacuna, puede acabar infectándonos de manera absoluta cuando estemos tan debilitados que cualquier propuesta “salvadora” se imponga de manera totalitaria.

Se trata de evitar que eso suceda.


(Autopista alemana con gasolinera, construida entre 1933 y 1939)

5 respuestas a «El paro alemán desde la gran depresión hasta la 2ª guerra mundial, y la molicie española (Reloaded)»

No deja de tener gracia el echo de que siempre se acaba recurriendo al papá estado para resolver la papeleta. Ese estado del que os falta tiempo para renegar de el. Es el problema de la pos-derecha, pos-neoliberal que se os ve el plumero a la legua. Socializais los problemas y pedís ayuda al conjunto de la sociedad pero en cuanto hay beneficios, ya no, es mejor dejar a los Díaz Ferrán de turno que se los abucharen, que tiene el desparpajo de decir que para salir de esta hay que trabajar mas y cobrar menos. Por fin Miguel te caes del caballo y ves la luz. La única salida a esto es por el camino de la izquierda, coño ya.

¿Vuelve la tercera posición?

http://economia.elpais.com/economia/2012/12/04/actualidad/1354644653_273981.html

Bruselas pide a los Estados que ofrezcan por ley un empleo a los jóvenes en paro
Los miembros deberán facilitar un trabajo en un plazo de cuatro meses de inactividad

Bruselas cree que el paro juvenil ha alcanzado niveles insoportables. Para tratar de moderarlos, la Comisión Europea pretende que los Estados tengan la obligación de ofrecer un empleo o unas prácticas a todos los jóvenes que se queden en paro o terminen sus estudios. Y deberán hacerlo sin demoras: en los cuatro meses siguientes al comienzo de la inactividad. Esta es la idea central de un conjunto de medidas que presentará en Bruselas este miércoles el comisario europeo de Empleo, László Andor.

La necesidad de reducir cuanto antes las alarmantes cifras de paro entre los jóvenes —un 23% de los menores de 25 años activos en la Unión Europea y un 54% en España— ha impulsado a Bruselas a marcarse plazos cortos. Los países deberían ser capaces de lanzar esta oferta a los jóvenes a lo largo del año próximo, según fuentes comunitarias. Bruselas da tres opciones: un empleo de calidad, unas prácticas o algún tipo de educación complementaria, con el objetivo de que los jóvenes no caigan en el desempleo de larga duración.

Consciente de que el proyecto requiere financiación y que a los países les costará encontrarla, la Comisión propone dedicar a este proyecto una parte del fondo social europeo, destinado en gran medida a políticas de empleo. Con los nuevos presupuestos para el periodo 2014-2020 —aún por consensuar con los Estados—, esa herramienta, dotada con 76.000 millones de euros en el periodo 2007-2013, se centrará en fomentar el empleo juvenil y el crecimiento económico. Entretanto, la Comisión está reasignando partidas ya comprometidas de ese fondo a proyectos ligados al desempleo juvenil, especialmente en los países como España, con cifras muy elevadas. Los expertos de Empleo del Ejecutivo comunitario admiten que garantizar un empleo a todos los jóvenes tiene un coste, pero creen que es inferior al que supone la permanencia de ese colectivo en el paro.

Bruselas no tiene capacidad para imponer directamente políticas de empleo, pero avisa de que supervisará la adopción o no de esas medidas dentro del control presupuestario que ejerce ahora sobre los Estados, especialmente los que han requerido inyecciones de capital.

La otra objeción del proyecto deriva del riesgo de que esos empleos iniciales se conviertan en una fuente de trabajo barato y precario para los menores de 25 años. Bruselas anima a los Estados a buscar la cooperación de las empresas y de los representantes de los trabajadores en este terreno.

Alerta digital: Cuentas sencillas: En España sobran más de 350.000 políticos mantenidos por el Estado

Francisco Rubiales.- Si España eliminara los políticos mantenidos por el Estado que le sobran, no serían necesarios la mayoría de los recortes, ni padecerían la sanidad y la educación y, además, no se hablaría de rescate. Nuestro mayor problema como país y como economía es la inmensa manada de políticos que nos obligan a mantener.
Alemania, con 81.702.329 Habitantes tiene 150.000 políticos mantenidos por el Estado y España, con 47.190.493 habitantes tiene 445.568 políticos a cargo del erario público. Si aplicamos a España el modelo alemán y hacemos una regla de tres simple, a nuestro país le correspondería mantener a 86.638 políticos, lo que le permitiría ahorrar cantidades inmensas de dinero, más que suficientes para que lo peor de la crisis desapareciera o al menos dejara de ser tan terrible y dañina:
El ahorro de Políticos en España, con la proporción alemana aplicada, sería de 358.929 políticos, cantidad que surge de restar a los 445.568 existentes los 86.638 que deben existir.
Teniendo en cuenta los sueldos medios que cobra esa inmensa legión de mantenidos innecesarios, el ahorro anual sería de aproximadamente 30.000 millones de euros.
Si se aplicara la proporción lógica de políticos en España no serían necesarios los recortes en sanidad y educación y ni siquiera se pensaría en rescate alguno.
Los que sobran son ellos. España está asfixiada por una inmensa marea de vividores que no aportan nada, exprimen la economía de la nación y generan una ruina atroz.
En lugar de admitir que el país está infectado de políticos y asfixiado por el enorme costo que esa marea conlleva, el gobierno se niega a reducir el número de parásitos y de las instituciones y empresas inutiles que los albergan, prefiriendo con ignominia freír a los ciudadanos con impuestos y realizar recortes dramáticos en sanidad, educación y otros servicios básicos, toda una injusticia antidemocrática y cargada de indecencia.

Totalmente de acuerdo con el colega, ya solo queda saber como hacer para deshacernos de toda esa chusma, porque no sirven de nada las manifestaciones de los bienintecionados del 15M en cuanto se acaba el eco en los medios se desvanecen. Puede que para acabar con elllos la solución pase por el asociacionismo y crear estructuras mas o menos permanentes con objetivos claros y sin otros intereses ajenos, por supuesto voluntarios y sin remuneración. Lo que está claro es que los parásitos no se van hasta que no acaban con el huesped.

El confidencial: Por qué esta política económica conduce al fracaso

Contaba Julio Caro Baroja una anécdota deliciosa ocurrida en el Ateneo de Madrid. Una buena tarde llegó Valle Inclán a la cacharrería, la mítica sala donde pululaban los conspiradores del reino (al margen de los cuarteles), y entonces un conocido le espetó: ‘¡Qué contento viene usted hoy, Don Ramón!’ Este respondió que sí, que, efectivamente, estaba con mucho brío porque había comido carne en abundancia.

Valle Inclán, a continuación, pasó a hacer los elogios de la carne y de allí pasó a los animales carnívoros, que eran, según él, los únicos nobles, valientes, acometedores, etc, etc. Un escucha algo imprudente se atrevió a objetar en las mismas narices de Valle Inclán que el toro de lidia no comía carne, sino hierba. Y don Ramón, furioso y encolerizado, le dijo con esa extraña pronunciación que gastaba: ‘¡Pero ez que come un pazto tan zeco tan zeco que es como si comiera mojama! Al tiempo que miraba con desdén a su interlocutor.

El atrevido ateneista estaba a punto de responderle que la mojama no era carne, sino salazón de pescado, pero los aduladores que daban coba al autor de Luces de Bohemia le interrumpieron con aspavientos y dieron el asunto por zanjado. Por supuesto, dando la razón al hombre famoso.

Nadie en su sano juicio -y ahí están los datos de inversión extranjera directa – invertiría en un país que asiste con los brazos cruzados al descenso trimestre tras trimestre de la renta disponible de los hogares, y, en paralelo, ve como se estrechan los márgenes empresariales

La anécdota recuerda a la tozudez con que el Gobierno -sin duda presionado por Alemania y los acreedores- mantiene su política económica pese al deterioro evidente de los indicadores fundamentales. Es como si estuviera convencido de sus propias falacias, cuando el propio Ejecutivo sabe mejor que nadie que la única vía para poder volver a reducir el endeudamiento público -que equivale ya al PIB- es generar actividad económica. Y si se persiste con la inutilidad de contraer más y más el consumo de las familias -mediante la subida de impuestos, tasas o cánones manifiestamente injustos- lo único que se conseguirá es seguir frenando la inversión. La deuda, como de forma certera ha explicado en estas páginas Daniel Lacalle comienza a ser impagable, y si el PIB nominal no crece por encima del 4-5% a corto plazo (el coste de la deuda), la restructuración (eufemismo de suspensión de pagos) es inevitable. Claro está, salvo que se opte por el modelo italiano, años y años de estancamiento por tener que destinar cada año el 5% del PIB a pagar el servicio de la deuda.

Nadie en su sano juicio -y ahí están los datos de inversión extranjera directa – invertiría en un país que asiste con los brazos cruzados al descenso trimestre tras trimestre de la renta disponible de los hogares, y, en paralelo, ve como se estrechan los márgenes empresariales, lo que paraliza cualquier proceso de inversión. Las estratosféricas tasas de paro hacen el resto.

Ajuste duro

Lo contrario al crecimiento no es, desde luego, el fin de la austeridad, un concepto que va mucho más allá que el control estricto del déficit público. No son, desde luego, ideas incompatibles, pero, desgraciadamente, el Gobierno las ha asumido como antagónicas, lo que explica que en lugar de articular una estrategia encaminada a hacer más rentable y eficiente el aparato productivo, incluso el del sector público viable y rentable, lo que hace es liquidarlo mediante un ajuste duro que no distingue entre lo que tiene futuro y lo que no lo tiene. Al déficit se le puede combatir con recortes selectivos y estímulos económicos, pero no sólo con palo o zanahoria, como si fueran conceptos antitéticos.

Cuando se suben los impuestos sin ton ni son, sin distinguir la aportación al crecimiento económico de los distintos sectores productivos, lo que se hace es tratar problemas distintos con la misma medicina, y eso explica la ausencia de una política económica e industrial coherentes.

Ese es, en realidad, el fondo del problema: el haber diseñado políticas de ajuste que consisten en vaciar la palangana de agua sucia, pero con el niño dentro, en lugar de separar el grano de la paja. En vez de desmontarse los desmesurados oligopolios que oprimen las ideas y la creatividad, por ejemplo facilitando el fin de la prolongación artificial de las patentes o una nueva ronda de liberaciones en sectores estratégicos como la energía o las telecomunicaciones- se ha optado por enfangar en las aguas sucias de la crisis a miles de empresas que fracasan por falta de financiación y por ausencia de unas nuevas reglas económicas. O dicho de otra forma, en lugar de hacer reformas sectoriales para hacer una economía más competitiva, se opta por recuperar la vieja Junta Superior de Precios para contener la inflación de manera puntual en noviembre (el mes de las pensiones), como demuestra este esclarecedor trabajo de los profesores Antrás y Conde-Ruiz.

En contra de lo que suele creerse, y como demuestra este estudio del profesor Fuentes Castro, del Banco de Francia, el gigantesco déficit público español no tiene su origen en un desorbitante aumento del consumo de las administraciones, sino del desplome de la recaudación y del aumento del gasto social derivado de los estabilizadores automáticos (desempleo). La razón principal que explica de manera esencial por qué el deterioro del ahorro público es mayor en la economía española que en la zona euro es la falta de ingresos, que explica un diferencial de 6,2 puntos de PIB (de los que 5,3 puntos corresponden a los menores ingresos). Sin duda, por falta de actividad que sustituya al ladrillo, no por que exista un consumo público desaforado, lo que desde luego no significa que no haya que eliminar tanta grasa escondida en sus costuras.

La estrafalaria presentación de la enésima reforma educativa refleja la naturaleza del problema. Se presenta el proyecto de ley sin documentación técnica que avale los principios que la inspiran. Y el absurdo llega al cénit cuando el debate se centra en las relaciones entre el catalán y el castellano o las clases de religión

Recuperar el Banco Hipotecario

La contracción crediticia actúa, en este sentido, a favor de obra, pero en lugar de convertir el ICO en un auténtico agente financiero del Gobierno, se ha optado por dotarle de escasos fondos y mantenerlo como un ente burocrático que está muy lejos de ser un canal de financiación para las pymes. Un auténtico banco público destinado, por ejemplo, a financiar hipotecas, recuperando la esencia del viejo -y benéfico- Banco Hipotecario, podría ser la solución. Y las entidades nacionalizadas que hoy están en el Frob podrían cumplir ese papel con su red de sucursales.

El disparate llega al extremo en el caso del ‘banco malo’. El Gobierno pone en marcha un mecanismo, sin duda apropiado, para sacar el ladrillo del balance de los bancos, pero la fórmula está condenada al fracaso si, al mismo tiempo, las entidades financieras no prestan dinero para comprar viviendas. Lo que ocurrirá, sin duda, es que grandes fondos inmobiliarios -con las consiguientes ayudas fiscales- se harán con ese patrimonio, pero los nuevos hogares no podrán adquirir viviendas -o las alquilarán con un coste astronómico- por la existencia de precios desorbitados. Algún día, cuando mejore la actividad económica, sacarán los pisos al mercado, pero con precios notablemente más elevados. Negocio redondo.

Existe un ránking muy ilustrativo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que muestra como España ocupa la decimoctava posición mundial en cuanto a volumen de exportación de mercancías, pero, por el contrario, ocupa la decimoquinta en relación a las importaciones. Esta posición es, sin embargo, un espejismo derivado de la recesión, toda vez que en los últimos quince años España ha estado en el puesto diez u once. Esto significa que España ha creado muchos puestos de trabajo en el extranjero por no contar con una industria nacional competitiva capaz de atender la demanda interna. Ojo que no se trata en muchos casos de importaciones de alto valor añadido, sino de bienes de consumo que bien hubieran podido producirse en España.

Es por lo tanto, un error llevarse por delante un tejido industrial -que bueno o malo es el único que tiene el país- sólo para lograr cumplir con el objetivo de déficit. Es como si el Gobierno se hubiera preparado para el combate del desequilibrio fiscal, pero hubiera olvidado que para combatir de forma eficaz en las trincheras del déficit es necesaria una intendencia que garantice el suministro. Sin logística -sin empleo- la guerra está perdida.

Como han recordado algunos historiadores económicos al principio de la Gran Depresión los parados de larga duración buscaban empleo con entusiasmo y diligencia. Pero pasados unos meses sin lograrlo, tendían a desalentarse. Tras un año sin empleo algunos los seguían buscando, pero ya con desgana y sin mucha fe. Y después de dos años de paro, ya habían perdido toda esperanza. En realidad, habían quedado al margen del mercado de trabajo. Un riesgo cierto que existe en España -donde nada menos que el 30,2% de los parados lleva más de dos años buscando empleo- si en paralelo a los necesarios ajustes presupuestarios el país no pone manos a las obra sobre cómo generar actividad económica más allá de los recortes. Y no basta con una ley de emprendedores. Sin duda, necesaria.

No parece, sin embargo, que ese sea el caso. La estrafalaria presentación de la enésima reforma educativa refleja la naturaleza del problema. Se presenta el proyecto de ley sin documentación técnica que avale los principios que la inspiran. Y el absurdo llega al cénit cuando el debate publico se centra en las relaciones entre el catalán y el castellano y si debe haber o no clases de religión en lugar de educación cívica. Es como si la futura ley de educación no tuviera nada que ver con el sistema productivo, lo cual pone de relieve el fango en que se ha metido este país, incapaz de centrar el debate en cómo crear puestos de trabajo en lugar de discutir sobre cómo destruirlos.

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