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Las uvas de la ira (reloaded)

por Marisol Oviaño

En verano, los Proscritos nos quedamos en cuadro y, para que no os falte de , he pensado que sería buena idea rescatar artículos antiguos que vienen al caso de los tiempos que vivimos. En este caso una recomendación de lectura para el verano.

Esto podéis decir del hombre… Cuando las teorías cambian y caen estrepitósamente, cuando las escuelas y las filosofías, cuando los estrechos senderos del pensamiento nacional, económico, religioso, crecen y se desintegran, el hombre sigue adelante, avanza con dificultad, dolorosamente, a veces cometiendo errores. Habiendo caminado adelante puede retroceder, pero sólo en parte, jamás del todo.

He aprovechado este puente para concluir la relectura de Las uvas de la ira, de John Steinbeck . No recuerdo que me impresionara tanto a los veinte años como lo ha hecho ahora.

La novela narra la odisea de los Joad, una familia de campesinos de Oklahoma que, tras varias malas cosechas, no pueden pagar a los bancos los créditos que solicitaron y lo pierden todo. No son sólo víctimas de la banca, sino también del progreso: ni aunque trabajen incluso los niños pueden competir con los tractores. Son, lo que Niño Becerra llamaría outsiders, demasiado pobres e ignorantes para comprender lo que está sucediendo.

Ustedes no preguntan nada, parece que estuvieran cantando la canción. “¿Qué va a ser de este país?” Ustedes no quieren saberlo. El país se está moviendo, yendo a diversos sitios. Por todas partes está muriendo gente. Quizás usted mismo se muera muy pronto, pero no sabrá nada. Quédese dormido con la canción de…”¿Qué va a ser de este país?”

Los Joad, gente apegada a la tierra, se ve obligada a comprar un viejo camión y echarse a la carretera, como todos sus vecinos. Por toda la zona circulan un panfletos en los que se solicita mano de trabajo para plantaciones en California. Los Joad son realmente pobres: durante el viaje empiezan soñando con casas y terminan soñando con comida. California se les aparece como la tierra prometida. Como a nuestros inmigrantes Europa.

Los Joad se habían mantenido unidos mientras sus raíces estaban en la tierra. En el momento en que empiezan a rodar, la familia se va descomponiendo: el abuelo muere a pocos kilómetros de casa, uno de los hermanos busca su propio camino siguiendo el curso del río, el marido de una de las hijas se da a la fuga… Se van los más débiles, los que habrían resultado un lastre para la familia Joad. Las uvas de la ira está repleta de verdades que no pasarían el filtro de la corrección política.

Cuando llegan a California, no hay trabajo, pero sí miles de personas en la misma situación desesperada que ellos. Se encuentran con que son tratados como apestados ciudadanos de tercera en su propio país, como un marroquí en España o un español que parezca turco en Alemania. Su hambre y su atraso asusta a los californianos, que los tratan como los ricos han tratado siempre a los pobres.
Todo el libro, premio Pulitzer en 1940, es tan actual que da miedo.

Steinbeck parece poner la esperanza en la mujer.
Ante los tiempos modernos, los únicos hombres que parecen resultar de alguna utilidad son los hijos jóvenes. El abuelo muere, el tío John vive atormentado por su alcoholismo, el padre no deja de pensar en el pasado… La madre se convierte en la cabeza de esa familia que vive casi en estado de guerra, y sus dos hijos mayores en los consejeros. Especialmente Tom, que tiene cuentas con la Justicia.
Pero la madre tendrá que renunciar también a ellos dos, y aceptará que la familia se disgregue.
Y al final del libro, cuando todo está perdido, Steinbeck nos sorprende con un bellísimo y esperanzador pasaje en el que la fe en el ser humano queda depositada en el otro personaje femenino, que, por primera vez en toda la novela, consigue caer bien.

… temed el momento en que el Hombre no sufra y muera por un concepto, porque esta cualidad es la base del Hombre, y esta cualidad es el Hombre, único en su especie.

3 respuestas a «Las uvas de la ira (reloaded)»

Lo pasé fatal con este libro, creo que nunca había leído nada más descorazonador. Es terrible ver como las esperanzas de la familia van desapareciendo conforme avanza la historia, y como parece no haber salido. Lo malo es que suena a verdad, y a futuro.

En este momento hay muchísima gente que, igual que la familia de la obra de Steinbeck, no entiende bien lo que está sucediendo y salvo dar aliento al miedo y a la incertidumbre sólo le queda el consuelo ocasional y vano de desbarrar contra los guiñoles que se les ofrecen para deescargar su ira y sus frustraciones. Unas veces son los banqueros, otras «los ricos», otras «los políticos» y otras el «puto capital», la Iglesia o la UGT y sus liberatas sin excluir a la madre que nos parió en estas circunstancias. O los emigrantes, eso, los emigrantes. Especialmente Mihail, el rumano de Galapagar, que viene a pedir limosna los domingos a la iglesia y aparca su Nissan Primera lejos para que no se enfaden los feligreses.

No estoy muy seguro de que valga la pena explicar nada.

Explicar, en estas circunstancias, no deja de ser un ejercicio pretencioso porque el que de verdad se ha preocupado de entender ha tenido tiempo de sobra para conseguirlo. Aquellos que no lo han hecho es que tampoco en eso quieren molestarse y no necesitan redentores. Odian a los redentores.

Porque, vamos a ver, los que entienden, los que están en el ajo: ¿qué vamos a hacer? ¿podemos hacer algo? ¿qué?

Paseando este mes de Julio por Urueña, entré en la librería Alcaravan, u me topé con un librito: Los Vagabundos de la Cosecha, una recopilación de artículos periodísticos de Steinbeck, con fotos de la época, algunas de ellas de Dorothea Lange. Una pequeña joya de libro. Y a consecuencia de su lectura volví otro día a buscar Las uvas de la ira.
Estoy leyéndolo ahora y me tiene enganchado. Ya lo leí hace 30 años, en mi juventud, pero apenas recuerdo el impacto que me causó.
Me parece un libro magnífico, y de rabiosa actualidad. Absolutamente recomendable, te engancha desde las primeras páginas…

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