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Un rublo por unas tetas

por Robert Lozinski
Fotografía en contexto original: mail

Oleg llevaba tiempo fijándose disimuladamente en los pechos de Liuda, su compañera de pupitre. Habían brotado como unas avellanas e iban creciendo y creciendo. Un día Oleg se decidió. En clase, mientras Liuda escuchaba con atención las explicaciones de la profesora, le deslizó un papelito donde escribió: Enséñame tus tetas. Liuda no se chivó, sino que le contestó diciendo: 20 kopeks. Oleg tenía los 20 kopeks, hizo un cálculo breve: le salía más rentable comerse un helado Plombir grande, de vainilla.

Se comió el helado pero no quedó totalmente satisfecho. Se dio cuenta de que las tetas de Liuda tenían algo especial, algo que no podía ser sustituido, así como así, por ninguna otra cosa de este mundo.
A Liuda la turbación de Oleg le importaba muy poco. Ella era la dueña de las tetas, que no paraban de crecer y crecer, y las llevaba ya con cierto orgullo femenino. Esto no podía durar mucho tiempo más y Oleg decidió actuar. Le robó un rublo a su padre. Por un rublo Liuda podría enseñarle las tetas cinco veces. En clase le escribió: Enséñame tus tetas. Tengo un rublo. Liuda le contesto: Esta tarde, a las 8, en el parque.

A Oleg la espera se le hacía muy larga. Estuvo contando los segundos hasta las siete y media, cuando salió de casa como un preso de su celda. Liuda le dijo que fueran a un lugar apartado que ella conocía. Oleg temblaba de emoción, pero a Liuda se le veía muy tranquila.
– Dame el rublo primero –dijo ella cuando llegaron.
Oleg se lo dio.
Liuda levantó la blusilla cinco veces seguidas y muy rápidamente. Luego echó a correr hasta desaparecer en la oscuridad.

Al regresar a casa, su padre, que había descubierto el robo del rublo, le estaba esperando con el cinturón preparado. La madre le imploraba preocupada:

– Vanea, por favor, no le pegues muy fuerte.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

8 respuestas a «Un rublo por unas tetas»

Después de ver el vídeo de Miguel, creo que se puede afirmar que lo que once upon a time in America, once upon a time in the URSS.

El sexo nos y la muerte nos igualan a todos.

Bueno, no sé qué habéis entendido sobre lo de que el sexo nos iguala, yo me refería a que el relato de Lozinski es en la URSS y el vídeo que colgó Miguel es en EEUU. Me refería a que, independientemente de la nacionalidad, el sistema político, la religión o la raza, todos, tarde o temprano sentimos el despertar de la sexualidad.
Y tarde o temprano morimos.

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