por Juan Hopplicher (desde Bogotá)
Llego un lunes más a la Fundación.
Me informan de que a Harvey le acuchillaron a traición hace unos días, y que acaba de salir del hospital.
Corro hacia el rancho donde vive con sus hermanas. Me lo encuentro alegre, charlando con otros chicos en la puerta.
Está sin camiseta a pesar del frío andino.
Le pregunto y me dice jocoso que está bien. Se gira y me muestra su espalada agujereada.
Sus amigos y hermanas le miran orgullosos y escuchan sonrientes cómo recrea la pelea con unos ñeros.
Tiene doce años, pero esto es el Sur: ya ha cumplido con el ritual de paso hacia la plena hombría.
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