(wikipedia) Durante un proyecto semanal, el profesor Rainer Wenger enseña a los estudiantes de su clase el tema de la autocracia como forma de gobierno. Los estudiantes se muestran escépticos ante la idea de que pudiera volver una dictadura como la del Tercer Reich en la Alemania de nuestros días y creen que ya no hay peligro de que el nacionalsocialismo vuelva a hacerse con el poder, porque a pesar de haber pasado décadas, las nuevas políticas y tecnologías arbitrarían el proceso de un mandato nuevo autocrático. El profesor decide empezar un experimento con sus alumnos para demostrar lo fácil que es manipular a las masas. A través de su lema: «fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo», haciendo hincapié en ello, de tal forma que cada día los alumnos siguieran una nueva regla. Por ejemplo, el profesor logró que todos ellos entrasen a su aula y, en menos de 30 segundos, se hubieran sentado todos ellos con actitud atenta y con la espalda bien recta, resueltos a iniciar la clase. El interés por la forma de cómo se ejecutaban esas clases creció, haciendo que jóvenes de otros cursos se cambiaran de aula hasta ser un curso numeroso, derivando en fanatismo. El grupo llega incluso al extremo de inventar un saludo y a vestirse de camisa blanca. El popular curso se decidió llamar «La Ola», y a medida que pasaban los días, «La Ola» comenzaba a hacerse notar mediante actos de vandalismo, todo a espaldas del profesor Wenger, que acaba perdiendo el control de la situación y de esta manera perdiendo también el control de su propia vida.
http://youtu.be/crLnzAFAMHI
2 respuestas a «Filmografía proscrita: La ola»
Tenía muchas ganas de ver esta película, gracias a ti la vi ayer (se puede ver entera en youtube)
Conclusión: el ser humano no tiene remedio.
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LA CLASE MEDIA PIERDE SU COLCHÓN FAMILIAR
“Te levantas un buen día y descubres que eres pobre”
Héctor G. Barnés – 28/06/2012 (06:00h)
“La nueva pobreza es invisible y puede cohabitar en un mismo espacio con situaciones estables. No se trata tanto del caso del señor que rebusca en los cubos de basura después de haberse quedado sin trabajo, esa pobreza espectacular y extrema que explota la televisión, sino un proceso poco visible que está afectando a muchas familias o al vecino de al lado aunque no nos demos cuenta”. De esta forma recuerda la profesora de sociología e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid Araceli Serrano Pascual cómo está evolucionando la percepción de la pobreza en el presente y desfavorable contexto económico, y que se caracteriza por su escasa visibilidad.
José Félix Tezanos, director de la Fundación Sistema y catedrático de Sociología en la UNED señala que “en nuestros estudios nos hemos dado cuenta cómo entre el 60 y el 70% de las familias no están mentalizadas para pedir ayuda. ‘Yo no soy un necesitado’, es la percepción habitual. Hemos visto a gente llorando mientras rellena la encuesta”. Por su parte, Luis Enrique Alonso Benito, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, recuerda que “antes la pobreza se encontraba localizada en bolsas físicas, como podía ser un barrio determinado. Ahora ya no, sino que se está desplazando hacia las clases medias y se está diluyendo”.
Hay que olvidar esa idea del pobre relacionada con la maldición divina, la indolencia o la falta de esfuerzoSegún el Instituto Nacional de Estadística, en 2011 el 21,8% de la población española se encontraba por debajo del nivel de pobreza. Un aumento del 1,1% respecto al año anterior y un dato que, recuerda Tezanos, “es uno de los más altos de toda la Unión Europea”. Para Alonso Benito, la novedad de este tipo de pobreza es “su velocidad e intensidad. Puede ocurrir de la noche a la mañana, no es un proceso a largo plazo. Por ejemplo, tenemos casos como el de una contratada de la Administración que tenía dos empleos precarios y que al perder uno, cayó en la pobreza. Algo que ni podía imaginarse medio año atrás”.
Una situación nueva para la clase media
“Se trata de un sector de población que anteriormente tenía cierta estabilidad. Es decir, aunque su trabajo era precario, podía acceder al consumo, y disponía de un techo bajo el que vivir. Vivían en una especie de ‘precariedad estable’, a veces incluso con un consumo alto”, señala Araceli Serrano Pascual, explicando que la mayor parte de este grupo está formado por la franja más baja de la clase media. Luis Enrique Alonso señala que el hecho de que esté afectando a un sector que en el pasado reciente habían gozado de cierta estabilidad es un problema a la hora de proporcionar ayuda: “Al no ser colectivos minoritarios, la vergüenza que provoca hace que se intente ocultar. Por ello, la intervención y la asistencia son más complicadas. Es lo que ocurre con tantos profesionales al perder sus trabajo, que pasan de la normalidad a la dependencia”.
Serrano señala que esto también ocurre dentro de la familia, “a la que no se le dice nada para no preocuparla, o por pura vergüenza”. Tezanos añade que el sentimiento más común es el de “‘qué he hecho yo para merecer esto’, la sensación de haber recibido un castigo y de no ser capaces de obtener los frutos deseados a pesar de haber trabajado y haberse esforzado. Parece que no llevamos las riendas de nuestra vida”.
Un problema terminológico
Una de las grandes dificultades que señala la mayor parte de expertos es la que atañe al concepto de “pobre” en sí, una imagen muy fijada en el imaginario colectivo y conferido de ciertas características negativas que impide que muchos de los que estadísticamente lo son se consideren como tales. “La pobreza no es un homeless radical, con todos los estigmas que tiene asociado, sino que se trata de algo más relacional”, señala Luis Enrique Alonso. “No todos los pobres son excluidos. Parece que se traza una barrera entre el ‘dentro’ y ‘fuera’ que no nos afecta. Lo que la nueva pobreza sugiere es que dicha frontera es mucho más borrosa de lo que parece y que un amplio porcentaje de la población corre el riesgo de atravesarla”.
Los mecanismos de compensación como la familia o el Estado están fallandoSerrano Pascual coincide en que “a sí mismos no se consideran pobres, no digamos ya excluidos. Los pobres son los que rebuscan en la basura, los que recurren a los beneficios sociales”. Por ello, gran parte de esta pobreza permanece fuera de la vista: “El concepto de pobreza se solía vincular a minorías étnicas, inmigrantes, problemas de salud, mentales y de adicción. Ahora ha cambiado mucho. La ropa es normal y no hay detalles externos que la señalen. En los barrios de las grandes ciudades o en sus periferias se produce esta mezcla heterogénea de gente de muy distintos niveles económicos que conviven juntos”. Alonso añade que “hay que olvidar esa idea del pobre relacionada con la maldición divina, la indolencia o la falta de esfuerzo, desdramatizarla para que se tome con mayor normalidad y sea más fácil pedir ayuda”.
Tezanos añade que frente al de pobreza, “el concepto emergente es el de ‘precario’”. Aunque matiza que la percepción “ha cambiado en los dos últimos años: la tendencia es que cada vez una mayor proporción de nuestros encuestados se considera clase baja”. La profesora Serrano Pascual recuerda que “a un nivel mundial, la gente sí se considera pobre. Entre ricos y pobres, la mayor parte de la población se considera del segundo grupo”.
Repercusión en la familia
Entre algunos de los perfiles afectados por esta situación se encuentran los profesionales que no disponían de una situación laboral fija pero que podían mantenerse gracias a una retribución más o menos importante, y que ahora tienen más difícil encontrar una regularidad en su trabajo. Araceli Pascual Serrano señala que la coyuntura también afecta a “las familias monoparentales. Por ejemplo, las mujeres que se quedan solas después de la ruptura de su matrimonio, que no se pueden incorporar al mercado laboral tras la separación, y que dependen completamente de la pensión de su marido, si es que llega, puesto que estos también están teniendo dificultades”.
Los jóvenes ya no tienen fe en que el futuro será mejor“Por otro lado, se han roto las redes de solidaridad familiar por la hipersaturación. Por ejemplo, hay muchos pensionistas que pagan la hipoteca de sus hijos y los mantienen. Algo relativamente fácil si el hijo es único, pero más complicado si hay dos”, prosigue la profesora señalando una de las grandes dificultades de dicha situación: que los ahorros que muchas familias habían almacenado generación tras generación, ese colchón familiar, está desapareciendo, lo que empeorará la situación en el medio plazo. “Los mecanismos de compensación están fallando (la familia, el Estado de Bienestar)”, recuerda Tezanos.
El caso de las nuevas generaciones
Uno de los grandes afectados por la nueva pobreza son los más jóvenes que, como apunta Serrano Pascual, “por primera vez ya no tienen fe en el progreso y en que el futuro sea cada vez mejor. Ese mito de las últimas décadas ha desaparecido”. Tezanos recuerda que “la edad media de la pobreza se ha reducido año tras año, hemos visto bastante gente menor de cuarenta años sin techo”.
Una de las razones se debe a que hace relativamente poco tiempo “las clases estabilizadas podrían permitirse las largas esperas de los jóvenes para entrar en el mercado laboral. Si ahora se requiere que estos contribuyan, la situación se dramatiza”, señala Luis Enrique Alonso. “Lo raro fue lo que ocurrió durante los últimos veinte años. Se podía subvencionar a los hijos, por así decirlo. Ahora, los niños de estas familias pueden ver truncado su futuro”. Tezanos recuerda la última gran diferencia con esa pobreza tradicional es que la antigua “estaba relacionada con sectores más pasivos, como eran los drogadictos. Ahora, en cambio, los afectados son más activos, como ocurre con estos jóvenes. La perplejidad es el sentimiento común, y por ello están apareciendo movimientos de protesta”.