por Marisol Oviaño
Fotografía: David Luna
La mañana del domingo es mi momento favorito.
Sobre todo cuando, como hoy, no hay que ir a ningún sitio y puedo escribir a mis anchas.
Además, no pienso limpiar: mis hijos ya están prácticamente de vacaciones, de modo que serán ellos quienes se encarguen del asunto cualquier otro día de la semana.
Si hay algo de lo que me pueda sentir orgullosa, es de haber conseguido que funcionemos como un equipo en el que cada uno tiene una misión.
Cuando comento por ahí lo mucho que ayudan, la respuesta más común suele ser: ¡qué suerte! Pero no es cuestión de suerte, sino de entrenamiento. La educación no es otra cosa que entrenar a los hijos para la vida.
Al menos, así es como yo lo veo.
Cuando me quedé sola con ellos dos en medio de la tormenta en alta mar, los tres estábamos asustados. Comprendí entonces que sólo sobreviviríamos si lograba demostrarles que el barco no se había quedado sin capitán. De modo que me até al timón y comencé a rugir órdenes. Durante aquel viaje, los tres cambiamos. Yo encanecí y me endurecí bajo el peso de la responsabilidad, y ellos dejaron de quejarse por todo.
Llegamos a buen puerto aquella vez y todas las demás.
Hoy el mar ya no nos da miedo: cuando llega la tormenta, cada uno sabe lo que tiene que hacer.
4 respuestas a «Tripulación»
¿qué pongo: «guay» o «amén»?
es coña, un abrazo
Eres tu en la foto? Qué mirada…
Preciosa.
Es la mirada de quien, contra todo pronóstico, ha conseguido llegar a puerto.
Somos mis hijos y yo hace seis años en Txatxalacas (México), durante un viaje que cambió nuestras vidas.
Mención especial merecen mi amiga Cris -que no está en la foto porque ya se había vuelto a España- y David Luna: sin ellos quizá no lo habríamos logrado.
Cuántas tormentas en medio del mar……Una se llevó la casa literalmente. Ahí estais, como el bambú. Os quiero