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El negocio de la basura

No sé si en la época en que el portero recogía la basura piso por piso se pagaba impuesto de basuras. Me apostaría el cuello a que, si entonces existía ese impuesto, era cien veces menor que el que pagamos ahora por tener la cocina llena de cubos y dedicar un tiempo impensable entonces a pensar dónde tenemos que tirar qué.

por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: wn

A las nueve de la noche, el portero metía un gran cubo en el ascensor, subía al séptimo piso y gritaba: ¡Basuraaa!
– Niña, saca la basura –me decía mi madre.
Como nosotros vivíamos en el segundo, teníamos tiempo de sobra de sacar la bolsa a la puerta. Entonces en una sola cabían todos los desechos, bien mezclados, que una familia de cinco personas era capaz generar.

Algunos años después empezó entonces el tema del reciclaje, que nuestra madre y nosotros intentábamos respetar. Pero nuestro padre se ponía malo cada vez que nos veía separando la basura y, en cuanto nos descuidábamos, la mezclaba toda con una furia que nos resultaba inexplicable. Era la cruzada personal que el niño hambriento que había sido mantenía contra el sistema: “¿Es que no os dais cuenta de que esto del reciclaje es una conspiración de los ricos contra todos los pobres de la tierra? Los más pobres han vivido siempre de separar la basura, si nosotros hacemos su trabajo, ¿qué les dejamos a ellos? ¿No os dais cuenta de que los ricos hacen el agosto a nuestra cuenta?”. (Comprendo ahora que mi padre no sólo iba a la puerta del Palace para abrir la puerta de los coches de los ricos, en busca de una propina que paliara el hambre. Probablemente, aunque nunca lo confesara, debió hurgar en la basura alguna vez en busca de comida).

No sé si en la época en que el portero recogía las bolsas piso por piso se pagaba impuesto de basuras. Me apostaría el cuello a que, si entonces existía ese impuesto, era cien veces menor que el que pagamos ahora por tener la cocina llena de cubos y dedicar un tiempo, impensable entonces, a pensar dónde tenemos que tirar qué. Quienes no tenemos portero debemos, además, desplazarnos hasta los contenedores o, en el peor de los casos, desplazarnos con el coche hasta un Punto Limpio.

El de mi localidad está a las afueras del pueblo. Unos metros antes hay siempre una fregoneta con gitanos, que te dan el alto para interesarse por lo que llevas en el maletero. En otros pueblos, como el de mi amiga C., han tenido la mala idea de situarlo en zonas residenciales, y los vecinos están muy preocupados por la delincuencia que atraen. En cuanto el Punto Limpio cierra sus puertas, muchos hombres saltan la valla; e incluso algunos días increpan a los trabajadores para que cierren antes. Y, mientras esperan a que llegue la hora del asalto, se entretienen robando lo que pueden en los coches aparcados de la zona.

Si esto del reciclaje se hiciera por el bien del planeta –que es lo que nos quieren hacer creer- y realmente fuera un servicio que el Estado nos ofrece a cambio de nuestros impuestos, permitirían que cada uno se llevara del Punto Limpio lo que le viniera bien: cuanto menos basura haya que reciclar, menos gasto. Pero sólo te dejan entregar basura, no puedes llevarte ni un triste tablón. No se trata de salvar el planeta, ni de generar menos gasto a los Ayuntamientos. Se trata de que unos pocos se lo lleven crudo.

Y no sólo trabajamos gratis para ellos: almacenamos, separamos, transportamos y regalamos un material por el que antes nos pagaban (¿os acordáis de cuándo nos pagábamos los viajes de fin de curso vendiendo papel usado y cascos de botellas?). Además, pagamos impuestos.

Mi padre tenía razón.
Y mis hijos y yo respetamos su legado practicando terrorismo ecológico: tiramos las latas en el contenedor del cristal, el cristal en el contenedor de lo biológico y lo biológico en el contenedor del plástico.

—.

Hijadecristalero es autora de Historia de un desclasamiento

10 respuestas a «El negocio de la basura»

Tu padre era sabio y es verdad que tenía toda la razón. La basura es un auténtico océano de riquezas. Solo hay que cogerla aunque desgraciadamente donde hay riqueza hay negocio y donde hay negocio hay mafia. En la basura se encuentra de todo, desde oro y otros metales preciosos en los móviles hasta energía con el aceite reciclado. Y gratis. Que menos que los que aprovechen todas esas riquezas den trabajo a la mayor cantidad de gente posible. La basura además no solo es aprovechable, es que si no lo hacemos se nos comerá la mierda, así que yo empezaría por cambiar el nombre de la basura y la llamaría material reutilizable o algo parecido.

Es el aspecto obsesivo compulsivo de las religiones, que por lo visto todas las sociedades necesitan. En tiempos era ayunar antes de comulgar y no tocar la hostia con los dientes, pasear Vírgenes en procesión, comer pescado en cuaresma, y repetir los mantras con que se expiaban los pecados. Ahora son los (antiecológicos) arbolitos de Navidad, pillar un melanoma en la playa, estresar a los paseantes haciendo jogging en un ridículo pijama, o prolongar unos cuantos lustros la agonía del planeta reciclando las basuras. Como la izquierda es atea, tiene que buscarse neurosis laicas que marquen territorio. Nada nuevo bajo el sol.

Yo tampoco reciclo nada, por lo menos mientras nadie me recicle a mí. Con un franquismo y un catecismo ya tuve bastante.

Mi economista de cabecera también practica a conciencia el terrorismo ecológico. Yo simplemente soy la blanda que mira para otro lado cuando lo hace.

Pero no podremos darnos ese gusto durante mucho tiempo: cuando Gallardón era alcalde intentó crear unas brigadas basuriles que se encargarían de hurgar en la basura de cada vecino para poner multas a quien no separara la basura debidamente. Y creo que en algunos ayuntamientos ya se practica esa brutal violación de la intimidad.

Como muy bien dice Ricky, el ecologismo es la nueva religión de masas. Algunos de mis amigos, cuando celebran fiestas, están más preocupados por ver en qué cubos tiramos los invitados las latas de cerveza que por la comida que nos sirven. Por supuesto, son muy partidarios de medidas como las que Gallardón quiso poner.

Por eso yo practico el terrorismo ecológico indiscriminado en las casas de los iluminados: cuando no miran, hundo la lata de cerveza en el fondo del cubo de la basura biológica y los restos del pollo al fondo del cubo de las latas.

Cuando yo era un joven idiota (ahora sólo soy idiota) siempre tiraba los papeles al suelo. Cuando me alguien me lo reprochaba, yo le aclaraba: «no ensucio, creo empleo».

Por lo demás, el sector de los RSU es uno de los que más está creciendo, incluso en España.

Podéis visitar la feria TECMA.

Yo reciclo.
Supongo que debo ser idiota o algo así, aunque probablemente es que soy de la nueva hornada, para la cual tirar un vidrio al contenedor amarillo es como pintar con spray de grafitero sobre la Mona Lisa. ¿Qué se le va a hacer? Me inculcaron el reciclaje en la infancia, junto a cruzar con el semáforo en verde, no hablar con desconocidos o respetar a la gente mayor.
¿Que le estamos dando billetes verdes a las empresas dedicadas al reciclaje basuril? Pues mire usted, sí. Pero hacer «terrorismo ecológico» porque le «estamos quitando el trabajo a los más pobres» me suena más a vagancia, o a rebeldía contra la innovación. Porque los pobres son pobres porque no tienen dinero, y probablemente tienen capacidad para desempeñar trabajos más elevados que buscar entre la basura, no tienen porque dedicarse únicamente a procesar lo que los demás tiramos. Con todo el respeto a la gente que se dedica al procesado de basuras, pero estos hacen su trabajo (Duro y complejo como cualquier otro empleo) y luego se van a casa y se ponen a ver la tele. Los recogedores de basura «no profesionales» se llevan la basura a casa, para que forme parte de la misma.
Y esto es una mierda, pero la solución no es tirar la idem al suelo, si no hacer que esta gente pueda dedicarse a otra cosa.
En vez de terrorismo ecológico, reciclaje de personas.

Pues yo soy de los pringados a los que habían conseguido crear complejo de culpa con todo este asunto, de hecho, me he mudado recientemete y una de las cosas que tuve en cuenta para la cocina fue un cubo de basura suficientemente grande, para dos bolsas al menos, separar, reciclar… (cosa que, a la fecha, aún no habíamos empezado a hacer).

Me alegra ver que hay otros puntos de vista al respecto, muy esclarecedor.

Gracias.

Si la mierda fuera oro, los pobres no tendrían agujero del culo. El tema está en dejar de ver a la basura como tal y verla como lo que es en realidad, material reutilizable y muy rentable. No deberíamos dejar en manos de las multinacionales el reciclado, pueden acabar miles de tn. de resíduos tóxicos en medio del Mediterráneo. Ya se paga por el vidrio, el cartón, el aceite, el metal, y en general por casi todo, solo hay que cogerlo y venderlo como saben muy bien los que se rebuscan la vida en los contenedores.

Hijadecristalero,
Aunque no te conozco yo te quiero mucho (creo que ya te lo dije una vez, te tengo amor de madre). Dicho lo cual, comento:
Llevas razón cuando dices que son otros quienes gratuitamente se aprovechan del trabajo que supone a los ciudadanos separar la basura y, dado que la situación es tan mala, mejor que lo haga alguien mas a cambio de un poco de dinero. Pero verás, vivir de la basura no es vivir (al menos no para quien se tiene que meter a ella para separar lo que vale de lo que no vale), es malvivir y nadie debería tener que recurrir a ello. Por otro lado, no es mentira que mezclar la basura perjudica al medio ambiente y por lo tanto a ti misma.
¿Al final que supone un mayor perjuicio?
¿Por qué no mejor dejar de generar basura? se puede, se ahorra muchísimo dinero (con el que, por ejemplo, se puede ayudar a los pobres que pretendes separen la basura) sin tener que privarse mas que de cosas que en realidad no aportan nada.
A continuación un enlace para ver una fotos, espero sirva. Por favor cópialo en la barra de navegación. Un abrazo.

Fotos

«Si esto del reciclaje se hiciera por el bien del planeta –que es lo que nos quieren hacer creer- …»

¿Por qué creer?

¿Por qué nuestra pereza nos reduce a creer para luego someternos a la obediencia? Y cuando ya no se cree, cuando surge la desilusión, ¿qué ocupa ese espacio de nuestro sentimiento?, ¿el resentimiento acaso?

Es nuestra pereza o la mutilación de la percepción y del sentimiento ¡Tanta potencia, tanto poder limitado y enfocado por el sistema en la necesidad de aceptación!

Otra creencia espeluznante que ha surgido es el profundo miedo hacia las bacterias. Con disimulo la prensa, la televisión, las revistas y demás medios, realzan voces de importantes e influyentes ‘cocineros’ que van guiando el mercado. Cuesta creer lo que va tras ello: transgénicos, medicinas, modas, etc.

Ayer, después de un sueño que quizá provocó la película francesa Clase, desperté con la imagen de mi madre planchando mi uniforme de colegio. No sé si el profundo amor le obstaculizaba percibir que lo mismo haría con mi cerebro y mi vida ese lugar.

En resumen, deberíamos hacer un gran esfuerzo por no producir basura. Vuelvo a la fruta como ejemplo: su cascara abona la tierra y alimenta a otros animales, su contenido nutre el cuerpo, y lo que se paga por la fruta generalmente llega a un campesino. Invito a considerar el paquete, su contenido, y qué o a quién patrocino con el dinero.

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