por Juan Hopplicher
Por el café de cinéfilos de la 19 merodea mucho César, un pintor de Zipaquirá que se gasta la poca plata que tiene el trayecto diario en autobús. El resto de sus expendios los deja a discreción de los amigos –o como quiera que nos llamemos los que le sufragamos la bohemia.
El tipo realmente es buen artista y por un rato es curioso escucharle, sabe mucho de pintura francesa. Pero pronto satura por su olor, su limosneo y su cinismo, un cinismo que como todos luce trasgresor al principio, pero acaba agonizando al girar siempre sobre sí mismo, sin llevar a ningún sitio.
Yo le huyo ya, como creo que lo hacen también la mayoría de sus contertulios.
Este tipo de personajes quedan mejor en las novelas, donde no hay que soportar su aliento pestífero.
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