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General Lecciones de la vida

Enamorada del trabajo

Pero como su prestigio profesional permanecía intacto y era un hombre muy querido por su honradez y su bonhomía, los clientes corrieron con las primeras facturas.

por Marisol Oviaño

En estos tiempos difíciles, me acuerdo mucho de mi padre.
Su vida tenía dos pilares: nosotros y su empresa. Desde que éramos muy niños, nos aleccionó para que trabajáramos en lo que nos gustara. La mayoría de sus amigos odiaban los lunes y soñaban con la jubilación mucho antes de cumplir los cuarenta, y cuando le preguntaban si él también ansiaba el lejano día del retiro, contestaba aliviado: “No, no. Yo soy un enamorado de mi trabajo”.

Tenía 49 años, tres más que yo ahora, cuando su empresa se fue al garete por impagos de las grandes constructoras. Pero nunca le vi rendirse ni pensar en opciones distintas a volver a la lucha. Aunque en aquella época los empresarios cotizaban en el régimen general y tenían derecho a paro, jamás lo cobró. Se lo impedía su dignidad y, quizá, el anarquismo que había mamado desde la cuna. Cualquier mujer habría puesto el grito en el cielo y le habría obligado a hacer la cola para cobrar –entonces había que hacer cola para cobrar-, pero mi madre le apoyó siempre, administró con mano de hierro los escasos ahorros y preservó la dignidad del hombre de la casa.

Cuando mi padre volvió a la batalla, no tenía ni para pagar el material. Pero como su prestigio profesional permanecía intacto y era un hombre muy querido por su honradez y su bonhomía, los clientes corrieron con las primeras facturas. Y volvió a volar, esta vez más alto que nunca.

Hoy yo me miro en él, que nunca buscó culpables, sino soluciones.
Necesitaría una novela para explicar las diferencias que hay entre su caso y el mío.
Pero, como él, creo en lo que hago y veo que todo el mundo me ayuda en lo que puede, quizá porque necesitemos gente que ama su trabajo.
Como él, no puedo ni quiero rendirme.

7 respuestas a «Enamorada del trabajo»

Silvia también tuvo la inmensa suerte de ser hija de los mismos padres que yo, la frase que ha entrecomillado era otra de las consignas que nuestro padre nos metió en la cabeza.

Confío en seamos capaces de contagiar esa filosofía. Si aprendemos a caernos, podremos levantarnos con mayor dignidad y fuerza para empezar de nuevo.

!!Que buen ejemplo habeis tenido y vivido!! Pienso que solo sale y nos convertimos en lo mejor de nosotros mismos una vez que superamos los momentos duros y difíciles que nos ponen a prueba; sin ceder, sin, como dices, rendirte, afirmandote y reafirmandote …

Marisol, me has emocionado.
No se por donde estás yendo hacia ti misma, pero se que estás en camino, se puede leer.
Se te da lo de escribir sinceramente, de una manera envidiable.

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