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Un nuevo icono

Miguel Pérez de Lema

Este objeto -el bolso Oro de Loewe- ha pasado de pronto, así, en un traspiés, a su pesar, de ser un icono permanente del lujo y el deseo, a ser el icono fugaz del bochorno. Para algunos especialmente resentidos, el detonante del odio.

La teoría de que cualquier tipo de atención sobre una marca es positiva, no resiste un asalto. Al contrario, el prestigio, y más aún el sentimiento que una marca despierta en el público es un trabajo de creación muy larga, muy cara, muy difícil, y muy delicado. Las marcas que trabajan en el segmento del lujo cuidan especialmente todo lo que les concierne, gastando mucho dinero durante mucho tiempo, siendo absolutamente rigurosos con su imagen y supervisando muy estrictamente en manos de quién la ponen y qué se hace en su nombre.

Esta vez, Loewe lo ha hecho mal. Ha querido ser moderno y le han hecho el roto del siglo.

Un error, sólo uno, pero tan grave que ha sido como si un marinero borracho se hubiera fumado un porro en la Santa Bárbara del viejo galeón, y hubiera tirado la colilla sobre los depósitos de pólvora. Veremos cómo y cuánto tarda Loewe en tapar este boquete en su prestigio.

Loewe era, hasta esta semana, probablemente, la mejor marca española. Y particularmente, la marca que mejor había cuidado su imagen, la que más había prestigiado su sentimiento. Loewe era perfecto.

Y como todas las marcas de lujo, Loewe sabe hace tiempo que no puede vivir sólo de colocarle el bolsazo top a los japoneses. Que su supervivencia dependerá de saber desplegar el halo mágico de su marca entre el populacho, ampliar su target y permitirle vivir a toda una legión de horteras de clase media la experiencia de la marca, adquiriendo los básicos de su gama inferior -accesorios desde 250 euritos-, o uno de sus llaveritos -desde 95 pavos- o cualquier otra chuche -como la agenda 95€, o el cuadernillo de recambio de agenda pequeño, que por 65€ es quizá el objeto de papelería más delirante y rentable de esta galaxia.

Todo eso se ha puesto en peligro con un sólo anuncio. Y va a costarle a la marca mucho tiempo y mucho dinero volver a recuperar lo que ha perdido. Amigos de la prensa, preparaos para un maremoto de publicidad, eventos, copitas, brunchs, y caridades para todo tipo de tullidos y mongolitos.

Paga Loewe.

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Ahora, un poco de populismo:
-El bolso ORO de Loewe tiene un precio, en su web, de 1.600 euros.
-El salario mínimo interprofesional en España es de 641,40€
-España alcanzó una tasa de desempleo juvenil superior al 50% a comienzos de 2012.
-En España, se publican actualmente ofertas de trabajo no remunerado para becarios. Como: http://www.thickzine.com/2012/01/lecool-leface.html
-Algunos expertos, como el catedrático de estructura económica, Santiago Niño Becerra, estiman que hasta un 40% de nuestros jóvenes puede que nunca tenga acceso a un trabajo homologable con los actuales, ni podrán plantearse desarrollar un proyecto de vida propio.

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Y ahora dos estupores adicionales, para el que tenga dudas o quiera arriesgarse a un ictus
http://youtu.be/CJEYj9vt7M4
http://youtu.be/vOvXf3mYhF4

6 respuestas a «Un nuevo icono»

La visión de una serie de armarios abiertos para elegir uno de entre más de cien bolsos más caros que el que muestra la foto de Miguel, no es tan infrecuente por muy paranoica que nos parezca.

Ese nicho de mercado está creciendo a pesar de que las expectativas de cientos de millones de jóvenes sean las que dice catedrático citado, Niño-Becerra.

Dicho segmento del superlujo crece incluso en Occidente en plena depresión y si miramos hacia Rusia y «los Orientes» es que se desborda. La clase media china ya es tan grande como toda Europa.

No creo que podamos trasladar a esas masas de gente con muchísimo dinero y ganas de gastarlo la ética cristiano-marxista de la pobreza, la caridad y la igualdad. Ni siquiera lo entenderían y además les resbala.

El anuncio de Loewe, que me parece ofensivo, habla directamente al subconsciente de ese mercado al cual la reacción del 95% de la población ni le afecta ni le afectará nunca porque es la masa de reserva de la que eventualmente saldrán, si ellos quieren, sus empleados futuros. Aquí, en Sao Paulo, Londres, Los Angeles, Bombay o Shanghai.

Lo que sucede es que el 95% de Occidente no quiere darse cuenta de lo que está pasando ni mover un dedo para pararlo.

Y mientras llega esa revolución improbable los únicos productos que se venden cada día mejor y en mayores cantidades son, en todos los mercados del mundo, precisamente los del lujo más insultante.

El que debe ser un pájaro de cuidado es el creativo que ha producido este anuncio. Seguro que daría para una conversación muy instructiva y provocadora.

Saludos

Manu, tienes mucha razón. Es verdad que hay mucho mundo ahí fuera, mucho nuevo rico deseando seguir el modelo occidental de vivir esa riqueza. Lujo excéntrico, derroche innecesario, vidas vacías rellenas de cosas materiales cuanto más caras mejor. Eso lo saben los creativos y publicistas perfectamente y hurgan en la herida. Al final consiguen subir la cuenta de resultados, garantizado. Desgraciadamente, creo que lo que para Miguel es un golpe al prestigio de una marca, para la propia marca no es más que un cambio de estrategia para acceder a un nuevo nicho de mercado, estudiado al milímetro. Aunque también es verdad que para la gente normal es una patada en los cojones el ver como un bolso daría para dar de comer dos meses o más a una familia media. Yo personalmente me alegro de ver estos excesos, cuanto peor, mejor. A ver si en el paroxismo de la incongruencia encontramos las fuerzas para ponernos a repartir ostias y conseguimos que todos los mierdecillas que están hiperforrados repartan sus riquezas y podamos vivir todos un poco mejor; cada vez hay mas gente que ya no tiene nada que perder. Lo dicho el día que se repartan ostias, me avisen que me apunto el primero. Salud

ya que he hablado NIño Becerra, apesebro aquí su última colaboración en La carta de la bolsa

la carta de la bolsa

¡Huelga General!
Santiago Niño Becerra – Viernes, 16 de Marzo

¿Huelga general?, ¿manifestaciones?. Absolutamente inútiles para revertir las medidas adoptadas e invertir las tendencias existentes. A no ser que ser que su fin sea sacar adrenalina, desahogar tensiones acumuladas, eliminar energía contenida que nuestra sedentaria vida dificulta eliminar, nada de nada: gastar recursos en balde y que también reciban palos otros trabajadores: los antidisturbios, a los que también han recortado su sanidad, y su remuneración, y las escuelas de sus hijos, y a los que puede que acaben instalando un contador en el brazo a fin de pagarles en función de los porrazos que propinen. ¿Cómo se puede enfocar la lucha contra estas políticas destructoras del modelo de protección social?, de ninguna manera: es inevitable.
Hoy la situación, adaptando las circunstancias a los tiempos y siendo muy imaginativos, se podría parecer a la existente en 1820, 1830, o 1848. Los libros de Historia cuentan que sucedió y como acabaron. Sobre todo la del 48 (y su corolario colateral evolucionado: La Commune) fueron consecuencia de la evolución de una situación que ya estaba en el aire: la explotación de la clase obrera ya estaba dejando de ser rentable, por lo que había que empezar a darle cosas a los currantes de a pie, aunque dentro de un orden y de forma reglamentada.
Hoy existen elementos, y más van a existir, para que se montase una revolución. El pueblo, en general, y el factor trabajo: los trabajadores, en particular, van a perder casi todo lo ganado, perdón: todo lo que le ha sido concedido, en este último siglo. Por un lado el objetivo ya no es producir cada vez más; por otro la crecientemente sofisticada, barata y fácil de usar tecnología permite, a cada día que pasa, que se necesite menos factor trabajo para producir la cantidad de aquello que sea preciso (y esperen a que se generalicen las impresoras de sólidos); por otro más, como existe un mega excedente de oferta de trabajo, el precio de este está en caída libre y las condiciones laborales ya van por el sexto sótano.
Cualitativamente ya casi se están dando los elementos para montar un sarao como el que se montó en París en el 71 aunque en realidad la que se va a liar se parezca más a lo que desencadenó la masacre de Peterloo del 19. Lo que sucede es que ni hoy existe algo parecido a aquella burguesía -General Electric o el HSBC, aunque son sus tataranietos, no tienen ya ninguno de sus genes-, ni las clases populares hoy están tan desesperadas como aquellas que en París o en Manchester fueron hacinadas en aquellos siete arrondissements o machacadas en St Peter’s Field.
Es decir, la evolución de la dinámica histórica ha hecho entender a los descendientes remotos de aquella burguesía explotadora y clasista que algo hay que dar a fin de que la gente sea consciente de que algo tiene que perder; si a eso se añade el levantamiento de otra Prohibición, como en el 33, y la versión actual del circo romano, tenemos una situación más o menos controlada con alguna carrera y algún aporreamiento para que no se diga que la gente está amuermada.
Al contrario de lo que proclama el denominado ‘movimiento obrero’ nada obtuvo la clase obrera a partir de 1880: se lo dieron porque era más rentable que aquellas gentes ganaran unas monedas más a la vez que ya no hacía ninguna falta que trabajasen catorce horas al día siete días a la semana; pero hoy nada hay que dar a los nuevos proletarios porque, a diferencia de entonces, la mayoría ya no son necesarios.
Y sí, es la situación idónea para montar un proceso revolucionario, pero ni se da un caldo social que favorezca tal proceso: años de ‘si lo quieres lo tienes’ amodorran los instintos reivindicativos), ni el nivel de carencias reales ha llegado a lo que entonces se daba: en 1870 el paro supero el 40% en el área de París y las gentes iban a las puertas de las cocinas de las casas señoriales en busca de las sobras de los banquetes, a eso, a lo de ir a las cocinas, ni hemos llegado ni llegaremos, aunque cada vez más necesitados acudan al anochecer a rebuscar en los containers de las grandes superficies. Es decir, a diferencia de entonces, el clima político-social no es el propicio para recrear hechos como los sucedidos en Chicago en Haymarket Square.
Pienso que tirar cuatro piedras y cortar cuatro calles hoy no sirve absolutamente para nada al margen de que, sigo pensando, ‘las fuerzas del orden’ han sido investidas con una absoluta licencia para disolver; junto a eso la prevención electrónica va a ser total, omnipresente, absoluta, justificada, claro está, por la búsqueda del mantenimiento de la seguridad.
Tirar cuatro piedras y cortar cuatro calles no sirve porque ya no interesa dar nada a quienes no sean necesarios más allá de un mínimo de seguridad, por lo que de producirse la protesta será reprimida ya que el tiempo juega en contra de la necesidad de cambio. Entonces, ¿no vale la pena protestar?. Pienso que sí, pero de otras maneras, usando otras vías, utilizando otros instrumentos.
¿Huelga general?. Sinceramente, no veo la utilidad para quien la hace en un escenario de capacidad productiva ociosa, de stocks no vendidos y de excedente de población activa.
Al respecto del asunto, la Sra. Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría dijo el pasado día 9 en el Parlamento “La huelga no es la solución. Un país donde 5,3 millones de personas no pueden trabajar necesita muchas reformas como esta, meditada, profunda y seria”. (El País 10.03.2012, Pág. 1). El problema es que ni esta ni otra reforma laboral puede reducir la tasa de desempleo porque ninguna ley puede crear demanda privada de trabajo: al tiempo.
(La Sra. Vicepresidenta no lo hizo, pero otros sí lo hacen: hablar de lo bien que van las cosas del empleo en USA. Vamos a ver si quedan claras esas cosas. A 29 de Febrero del año en curso, en USA, el desempleo afectaba al 8,3% de la población activa y el subempleo, eso que en España no se mide oficialmente, al 5,26%; además, el 1,68% de la población que podía trabajar y que había trabajado pero no desde hace tiempo, había dejado de buscar empleo porque no lo encontraba. En total 23 millones de personas susceptibles de ser activas se hallan en USA desempleadas o subempleadas en contra de su voluntad. Y, casi, casi, lo peor: el 50% del paro lo es de larga duración, lo que quiere decir que han agotado la percepción por desempleo.
¿Cómo puede hablar alguien de lo bien que van las cosas del empleo en USA cuando el Presidente de la FED se mostró hace un par de semanas hondamente preocupado por el desempleo de larga duración manifestando que es un problema de extrema gravedad, y cuando alguien como Goldman Sachs dice que USA debe crecer a como mínimo el 5% durante 5 años para que su empleo vuelva a una situación como la existente antes de la manifestación de la crisis?. Misterios misteriosos.
Para tener en cuenta: el 15% de la población USA utilizó para alimentarse en alguna medida el Diciembre pasado el programa Food Stamps).

En lo que dice este hombre hay algo que no me cuadra. Es verdad que cada vez hace menos falta la mano de obra para producir cada vez más. Pero lo que es insustituible y prioritario, son los consumidores. De que me sirve producir un millón de coches, pantalones, sillas o cualquier otra maldita cosa si no hay quien la compre. Podría pensarse que el capitalismo requiere de un número limitado de gente que consuma lo que se produzca y que se llegara a un equilibrio entre la demanda y la oferta, pero esto no es así. Si de algo se puede estar seguro es de lo insaciable que es el sistema, de su inagotable agonía por vender más, siempre más. Si este año vendo mil el año que viene tengo que vender diez mil, con lo cual siempre se necesitan mas consumidores y nunca se mantiene el equilibrio. A mi entender es la única fuerza que le queda a la gente, en el fondo son los que sostienen el chiringuito y aún sin quererlo son necesarios. Tampoco estoy de acuerdo en que no se pueda hacer nada para evitar los recortes sociales. Cada cuatro años se vota y todavía hay diferencia entre unos partidos y otros. Lo que no se puede hacer es votar a quien se sabe lo que va a hacer y luego quejarte de que lo hace.

Pues sí, parece que tiene razón Niño-Becerra.

El declive inevitable a pesar de que supuestamente se vive en democracias. Pero casi todo el mundo –que no esté sonado o mintiendo– sabe que no podía durar más tiempo. Y sin embargo dura. Vaya si dura.

En Andalucía acaba de jurar la ministra de trabajo del PP que los 215 millones de Euros de aquel invento del PSOE de las «peonadas» para comprarse el voto del trabajador agrícola andaluz son intocables y seguirán en el presupuesto.

En Francia se pagan 3 millones de Salarios Sociales al mes. Unos 500 euros por perceptor generalmente un musulman emigrado que no recibe subsidio de paro porque nunca ha trabajado y vive acogido a esta protección. A ella se suma algo más de cien euros por niño.
Aquí seguro que no estamos muy lejos de esas cifras de salarios y pensiones No Contributivas con las cuales el sistema político lleva décadas comprando votos y silencio.

Claro, todo ese dinero es un lastre brutal en nuestra desastrosa competitividad, pero ¿quién le pone el cascabel al gato ahora que, proporcionalmente, nos hemos convertido en el país con más población emigrante de Europa.

Los partidos de izquierdas están esperando precisamente eso para salir a la calle. Es su esperanza para volver a manejar el cotarro de la compraventa del voto y los de la derecha no están dispuestos a salir del momio mientras tengan una clase media que ordeñar.

El problema pues es el votante, así que nadie puede quejarse.

Dice el refrán que «El que quiera peces que se moje el culo» algo que sólo hacen con su propio dinero los que conocen bien el sistema. Los dos extremos de la riqueza.

Esto nunca aprendió a hacerlo el votante empleado o parado de clase media y así les va. Cuesta abajo. Es inaudito porque, para una vez que creen que han ganado las elecciones, les cae encima la factura del siglo y más paro todavía.

Hay quien piensa que en el fondo se lo merecen por crédulos pero es difícil dejar de pedalear cuando todavía no se ha perdido la esperanza.

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