Desde su último divorcio, el hombre que vive en el filo siempre aparecía en las fiestas de los casados con alguna novia de bandera, treinta años más joven que él. Sus amigos le decían que debería dejar de sumar conquistas y construir algo sólido con una mujer real; él mismo me preguntó en más de una ocasión: “¿no crees que tendría que aparcar mi personaje y sentar la cabeza con una mujer como tú?”.
Como su propio nombre indica, el hombre que vive en el filo vive de milagro, y yo tenía que seguir el rumbo marcado: los dos sabíamos que aquella era una pregunta retórica.
Ambos tenemos hijos, matrimonios rotos a nuestras espaldas y una situación económica lamentable. A mí nadie me ingresa una pensión alimenticia para los hijos, a él comenzó a escasearle el trabajo. Y llegó un punto en que o pagaba el alquiler de su casa o daba algo de dinero a su exmujer, que también vivía de alquiler: nunca tuvieron casa propia. Y acabaron desahuciándolo.
Desapareció del mapa una temporada. De vez en cuando hablábamos por teléfono y se desahogaba conmigo: “¿Sabes? pienso mucho en tu marido últimamente y entiendo que haya pasado de todo. Te casas y peleas por tu familia pensando que cuando llegues a viejo ellos cuidarán de ti y cuando llegas a viejo, te pegan la patada y te dejan solo”.
Aunque su caso y el de mi ex no tenían nada que ver, no le faltaba razón.
Las mujeres solemos supeditar nuestra vida a los hijos cuando estos son pequeños. Mientras, los hombres invierten el tiempo en su carrera profesional. Y, salvo excepciones, cuando los hijos empiezan a hacerse mayores, su padre ya ha hecho casi todo lo que tenía que hacer: les ha dado una casa, ha conseguido el puesto en el que se jubilará y ya no tiene más ambición que llegar del trabajo, coger una cerveza del frigorífico y sentarse a ver la televisión.
Yo, que soy hombre y mujer, lo entiendo. Muchas noches vuelvo de trabajar con la sana pretensión de tirarme en el sofá a no pensar en nada.
Cuando los hijos dejan de depender de la madre, ella tiene más tiempo para dedicarse a la carrera profesional que ha postergado por la familia, y vuelve a retomar sus asuntos con un entusiasmo que agota al hombre, que está harto de bregar.
– Es como si a cierta edad los hombres empequeñecieran –decía ayer mi amiga Sol.
Y mientras el hombre empequeñece, su mujer va haciéndose más y más grande. Quizá empiece a ganar más dinero que él, a relacionarse con personas que nada tienen ver con el entorno familiar, a brillar con luz propia fuera de las paredes del hogar. El hombre se sentirá relegado entonces a un segundo plano y la mujer empezará a verle como otro hijo más. Y, aunque es duro decirlo, el marido que ayer era un pilar, empezará a ser un lastre.
– A ciertas edades –dijo un día mi amiga Blanca-, los matrimonios deberíamos poder vivir como hermanos.
No son uno, ni dos, ni tres los hombres que tras un divorcio desparecen para siempre; seguros de que las madres se encargarán de sacar a sus cachorros adelante, confirmando de ese modo lo que ellas sospechaban: pueden con todo solas.
– ¿Sabes? –le dije ayer a mi amiga Sol-. En el fondo, los comprendo.
2 respuestas a «reflexiones al timón»
Al hilo de que las mujeres pueden con todo solas, pego aquí esto que me acaban de mandar por correo-e. (Hombres, es una broma, no enfadarse):
PRÓXIMA SERIE DE SUPERVIVIENTES
Seis hombres casados serán abandonados en una isla, con un coche y tres niños cada uno durante 6 semanas.
Cada niño practicará dos deportes e irá a clases de música o danza.
No hay comida rápida.
Cada hombre debe cuidar de sus tres hijos, mantener limpia la casa que se le asigne, ayudar con los deberes y los trabajos del colegio.
Cocinar, lavar la ropa y pagar una lista de facturas (falsas) con un dinero insuficiente. Además, tendrá que asegurarse de tener el dinero para las comidas de cada semana.
Cada hombre debe recordar los cumpleaños de todos los amigos y familiares y llamar en el día.
Además, deberá llevar a cada niño a una cita con el médico, el dentista y un corte de pelo.
También tendrá que preparar tortillas, sandwiches o tartas para un cumpleaños, y un disfraz de flor o de fruta para cada hijo.
Cada hombre será responsable de la decoración de la casa asignada, poner unas bonitas macetas con flores en el exterior y mantener la vivienda presentable en todo momento.
Los participantes sólo tendrán acceso a la televisión cuando los niños estén durmiendo y todas las tareas del hogar estén hechas. Incluso en ese momento, puede que otra persona tenga el mando de la tele.
Los hombres deben afeitarse las piernas, llevar maquillaje a diario, adornarse con joyas y llevar incómodos aunque estilosos zapatos. Mantener las uñas de las manos pintadas y las cejas depiladas.
Deberán leer un libro a los niños cada noche, y por la mañana darles el desayuno, vestirles, enseñarles a que se cepillen los dientes y peinarles para las 8 de la mañana.
Todo lo anterior debe ser llevado a cabo mientras se trabaja bien a jornada completa (preferiblemente) o parcial en un trabajo para contribuir a los ingresos familiares.
Durante una de las seis semanas, los hombres sufrirán calambres abdominales y dolores de espalda, y tendrán inexplicables cambios de humor, pero no podrán protestar ni disminuir el ritmo de sus otras tareas.
Los niños votan a quién tiene que irse de la isla basándose en lo bien que cumplen…
El ultimo hombre gana sólo si …. aún conserva suficiente energía como para mantener relaciones íntimas con su mujer en el momento del anuncio .
Este reportaje tambien obliga a reflexionar:
rtve:imperio sin sexo