por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: saborañejo
Esta mañana pasó por delante de mi mesa, al otro lado del escaparate, un anciano que empujaba una bicicleta y soplaba un chiflo de afilador.
Tal vez sea otro jubilado más al que la pensión no le da para vivir.
O un hombre que no se resigna a vivir sin hacer nada.
Todos los recién nacidos se parecen, y todos volvemos a ser muy parecidos cuando envejecemos. Sin embargo, el afilador no se parecía en nada a esos jubilados que veo a diario del bracete de la mujer, siempre con la bolsa de la compra. Algo me dice que soñaron gran parte de su vida con la jubilación y que son felices con sus pequeñas rutinas. A lo mejor el afilador no está hecho para la vida de pareja.
¿A quién me pareceré yo?
Seré bajita y gorda, como todas las jubiladas que van del bracete del marido –una diría que las flacas se divorcian o enviudan más-; pero como no me jubilaré ni volveré a casarme, no me pareceré a ellas. Tampoco a las divorciadas que se hacen liftings -yo quiero ser una vieja guapa, no una joven rara-; ni a las viudas que siempre sienten que les falta algo, ni a las solteronas resentidas: tuve dos hijos por amor.
El hombre que me habla dice que él me imagina con unas botas de agua, un viejo pantalón, una cazadora y un perro, en plan granjero. Y una escopeta, añado yo.
A mi edad la vejez no es una parada tan lejana, ya sólo la muerte me separa de ella.
Tal vez, si llego a vieja, me pareceré al afilador.
O tal vez no.
Pero tendré pinta de loca, eso seguro.
2 respuestas a «A la vuelta de la esquina»
Qué bien escribres, Marisol…tu relato me conmovió los recuedos.Te veo en el bar, esperándonos, con uan cinta ancha en lacabeza y la decisión de conquista en tus ojos.Nos caímos bien, conversamos y bebimos mucho…Hoy mordisqueó mi viudez, todavía odiando al cáncer cizaña que me dejó la cama vacía hace casi dos años..y lerda y lenta en mi duelo no me acostumbro…Un beso grande, Miriam
[…] Afilador. Fuente de la imagen en Internet […]