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brújulas

por Marisol Oviaño

Proscritos es la resistencia.
No es la primera vez que lo digo, ni será la última. Ayer me di cuenta de que, a lo tonto a lo bobo, llevo once años a los mandos.
Y eso implica tomar decisiones.
Y a veces, para decidirse hay que pensar mucho. Días, noches, semanas, meses. Porque no siempre las cosas están claras, o porque una cosa te lleva a la otra y al final entras en bucle y tienes que volver a empezar.

Es en ese momento cuando necesitas una mirada ajena, alguien dispuesto a escucharte y a decirte sinceramente lo que opina. Por fortuna, hay familia y amigos con los que cotejar e ir centrando el asunto.

En los últimos días he hecho ronda de consultas entre ellos, he recibido algunas señales y esta tarde, por fin, he terminado de encarrilar algo que me traía de cabeza desde hace semanas. Con eso no quedan, ni mucho menos, solucionados los problemas; pero ha sido como encontrar la fórmula. A raíz de ahí, todo rodará casi solo.

Y justo cuando entraba un correo que llevo días esperando como agua de mayo, ha entrado mi hija en la trinchera proscrita. Había olvidado que estaba enfrente, estudiando en la biblioteca municipal, y que habíamos quedado en que la primera que acabara, pasaba a buscar a la otra.

– ¿Pero todavía estás trabajando? Venga, venga, que hay que cerrar.
– Espera que es que me acaba de entrar un correo que…
Pero de repente me he dado cuenta de que la lucha no me debe hacer olvidar las razones por las que estoy luchando.
– Mira, ya lo contestaré mañana, que son casi las nueve. Vámonos.

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