por artistadesconocida
Fotografía en contexto original: labaticola
Hace años le comenté a mi amigo Gustavo que siempre me había sentido protegida por la buena suerte de una de las ramas de la familia.
– ¿Crees que la buena suerte es una cuestión genética? –preguntó.
Entonces lo creía a pies juntillas. Y para corroborar mi teoría, relaté todos los casos de extraordinaria suerte que había en mi árbol genealógico: bombas que caían sobre la casa y aterrizaban en la cama sin explotar, fusilados que volvían del paredón porque el capitán del pelotón de fusilamiento era un amigo que le había mandado a casa cuando iban por el “¡Apunten!”, enfermedades letales que sanaban como por arte de magia…
Ha llovido mucho desde aquel día.
Y empiezo a sospechar que la buena suerte no es hereditaria.
Que ni siquiera existe.
Que aquella rama de la familia tendía a recordar sólo lo bueno, del mismo modo que la otra recordaba día tras día todo lo malo. Cuando mi padre decía “Soy el hombre más afortunado del mundo”, mi madre se llevaba un dedo a la sien y fingía atornillársela.
Quizá sólo he heredado la capacidad de recordar lo bueno y aprender de lo malo.
Quizá con eso baste.
4 respuestas a «La suerte, cuestión de genes»
Hay otra explicación interesante: si hemos llegado hasta aquí, es porque hemos sobrevivido para contarlo y porque descemos de una larga saga de supervivientes. A menudo me he preguntado cuántas casualidades milagrosas habrán tenido que suceder en mi árbol genealógico durante milenios para que yo esté aquí ahora tan tranquilo escribiendo esto (me constan algunas, por cierto, y son de película).
Por no hablar de la probabilidad prácticamente cero de que precisamente a aquel espermatozoide de entre varios trillones de espermatozoides se le ocurriera ajuntarse con aquel óvulo efímero. En términos probabilísticos, ninguno de nosotros existimos.
Así de fácil… me has tumbado.
Espero que te haya tumbado para bien 😉
Hay una frase de Einstein al respecto de todo esto: «Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro».