por Juan Hopplicher
Caminar por Madrid es evocar toda una vida macerada en sus calles.
Lo insostenible tal vez no sea rememorar tanto el dolor sufrido como los felices recuerdos juveniles.
Jara me pide que me quede aquí con ella. Yo le digo que no, que gracias, que sus idas y venidas me agotan. Le recuerdo, eso sí, que ella será siempre mi canónica. Asiente y cambia de tema. Espero no arrepentirme en el futuro de mi desplante, aunque intuyo que volveremos a tener esta conversación el año que viene.
Charlie me cita en el Ecocentro de Ríos Rosas-adora este restaurante traslúcido y herbóreo-y me dice que adiós, que me echará de menos. Luego medita sobre su nueva vida de adulto, con traje lustroso y novia pediatra. Dice que le divierte, que se siente como si jugara a ser mayor. Yo respondo que a mí me parece que esto más bien ya no tiene marcha atrás. Se encoge de hombros y sorbe su infusión.
Espero regresar a Bogotá en un par de semanas.
Me gusta habitar dos dimensiones.
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