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De gatos y fuego

por Marisol Oviaño

El tronco arde, el gato mira el fuego, yo pienso en el hombre que me habla.

Los gatos huérfanos le persiguen por la calle y él los esquiva esgrimiendo sus estrictas reglas de supervivencia afectiva: “no quiero pelos”.

Pero yo sé que un gatito atravesaría sus líneas defensivas y le amenazo con regalarle uno. “Cuando me entran ganas de tener un gato, te llamo a ti”, dice desafiante.

Entonces, me aovillo y ronroneo.

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