Llego de pasar un agradable día en casa de unos amigos. Cuando abro la puerta, tengo la sana intención de hacer la cena, cenar con mis hijos y ponerme a escribir.
Pero mi primogénito me informa de que se ha roto el mecanismo de resbalón de la puerta que comunica el salón con el pasillo y estamos “encerrados”. Él ya ha intentado arreglarlo y no ha habido manera.
Mi gozo en un pozo.
He estado cinco minutos farfullando y maldiciendo mi suerte, y después he adoptado el inevitable papel de capitán que tiene una avería en alta mar y no puede pedir ayuda a nadie.
He estudiado la situación con mi jefe de máquinas, hemos probado todas mis ideas en vano, y no me ha quedado más remedio que dejarle probar las suyas, bastante más salvajes que las mías.
Ha estado más de media hora intentándolo, fallando, equivocándose, desesperándose y, cuando más ganas tenía de tirar las herramientas y mandarlo todo a tomar por culo, ha cogido aire, se ha relajado, me ha sonreído cómplice y ha dicho: Cuántas pruebas me manda el Señor.
Ni siquiera está bautizado, no van por ahí los tiros de este post.
No han hecho falta curas ni iglesias para que comprenda que la vida es una carrera de obstáculos que hay que superar. Que cada piedra en el camino es un desafío. Que vivir es enfrentarse una y otra vez a los problemas. Que la vida es un aprendizaje y, sobre todo, un trabajo en equipo.
Diez minutos después, la puerta estaba abierta sin grandes daños. Y yo tan contenta, que le he hecho una pregunta que no le hago casi nunca:
– Hijo ¿qué quieres que te haga de cena?
2 respuestas a «crecen»
Uf, qué alivio. Por un momento creí que tú también ibas a ponerte a hablar de religión (o de antirreligión). Lean Proscritos: un remanso de paz en la agitada Horteralandia.
Respira tranquilo, Ricky, este era un post homenaje a los hombres en general y a mi primogénito en particular.
Hace unos años, un querido amigo nos dijo (refiriéndose a mi hijo): «Sois muy afortunadas por tener un hombre en casa».
Y sí, lo somos. El niño ha ido asumiendo poco a poco las responsabilidades de mantenimiento del hogar y ya es un hombre; lo que me deja más tiempo para ser mujer.
Digan lo que digan las feministas, a mí me gusta más cocinar que cambiar la rueda del coche.