por Marisol Oviaño
El otro día dimos un paseo por la margen derecha. A nuestra izquierda quedaban las grúas del puerto, símbolo de la industrialización que durante mucho tiempo fue la enseña de Vizcaya.
Hace años, cuando era una joven despreocupada, aquel paisaje me parecía una postal fea y triste. Pero ahora, cuando mi país está al borde de la quiebra, encuentro la estética del puerto sumamente hermosa.
Las grúas hablan de industrialización, de hombres que producen cosas, de hombres que trabajan para sacar a sus familias adelante, de hombres que venden lo que producen, de hombres que pilotan barcos para llevar las mercancías al otro lado del mundo; de poder.
– De fuerza –dijo Inés.
Y de emprendedores, líderes y trabajadores que asumen responsabilidades.
Mientras en este país la gran mayoría sueñe con hacerse millonaria sin pegar palo al agua o, en su defecto, vivir a la sombra del Estado, nadie producirá nada. Mientras el Estado siga poniendo una navaja en el cuello a todo aquel que intente producir algo, nadie producirá nada. Y, mientras no produzcamos nada, seguiremos siendo los camareros de Europa.
Comprendo ahora por qué mi padre, cuando alguien le preguntaba por su profesión, decía con mucho orgullo: industrial.
2 respuestas a «Industria»
Una de las condiciones para entrar en Europa fue desmantelar TODA nuestra industria estatal, y de paso, sus auxiliares.
Algunas de esas industrias estaban mal gestionadas y tenían problemas graves de viabilidad, pero muchas otras eran recuperables, y algunas más eran muy buenas.
A SEAT, por ejemplo se la dejó morir y se vendió por una peseta -literal- a VW.
España, por ejemplo, tuvo desde el S.XVI hasta la Reconversión socialista, la mayor y mejor industria naviera del mundo.
Lo de ser los camareritos de las jubiladas británicas de tetas de plátano y los goriloides alemanotes beodos de Palma, no es ninguna casualidad.
Somos fáciles. Somos mansos. Y nos gobiernan siempre vendepatrias, cortoplacistas, analfabetos.
Vivimos de hacernos los simpáticos para rascar los 20 céntimos pal bote, y de robarle dos euros a un japonés millonario en una carrera de taxi.
Drop the bomb.
Lo curioso es que el español es muy soberbio, y reacciona rápidamente ante cualquier situación que él interpreta como humillante… excepto con los extrajeros, a los que sirve cañas, hace la cama, agasaja, ratea y trilea sin rubor ni piedad. ¿Sentimiento de inferioridad? ¿Mentalidad tribal? Todo un desafío intelectual para los antropólogos (iba a decir sociólogos, pero me habría quedado corto).
(¿Se nota mucho que odio este país?)