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La vida: una de cal, otra de arena

por Marisol Oviaño

Hace unos días fui a Córdoba para dar una charla sobre Seduciendo a dios en la facultad de Filosofía y Letras.

Pedro Ruiz, catedrático de Literatura Española y artífice de mi presencia allí, me estaba esperando en la estación. Cogimos juntos un taxi y, mientras llegábamos a nuestro destino, me contó que la asignatura era “Literatura Hispánica y su contexto”. Y que los alumnos habían tenido que leer tres libros: La celestina, El Quijote y Seduciendo a dios.

Pero no tuve tiempo de procesar lo que acababa de decirme: la facultad está muy cerca de la estación. El edificio de Filosofía y Letras data del siglo XVII, daba un poco de vértigo pensar cuántas generaciones de cordobeses han pasado por allí. Pero no había tiempo para pajas mentales, de modo que arrastré mi maleta de ruedines por aquellos centenarios pasillos tratando de no dejarme intimidar por la sabiduría que encerraban. Pedro me presentó diciendo: “El ejército del futuro ha tomado la calle” , y yo estuve hablando durante casi dos horas. Más tarde, durante el enriquecedor coloquio que hubo tras la charla, Pedro habló de la relación que encontraba entre Seduciendo a dios y El Quijote.

Resulta raro hacerse a la idea de que una universidad esté estudiando nuestro trabajo antes de que estemos muertos. Y eché de menos a Cris, a el hombre en la sombra y a todos los proscritos que, de uno u otro modo, han participado en el proyecto.
Aquella feliz extrañeza nos pertenecía a todos.

Después de comer, llegué al hotel González con la intención de descansar un rato, pero el subidón no me dejaba estar quieta.
Y no tenía nadie con quien compartirlo.
Mis hijos me habrían escuchado con aburrimiento al otro lado del teléfono y me habrían dicho, ya, sí, vale; mi madre habría apuntado lo mismo de siempre: lo que hace falta es que todo eso se traduzca en dinero. Podía haber llamado a cualquiera de los proscritos. Pero no lo hice. Lo hermoso habría sido compartirlo in situ, abrazarnos y emborracharnos juntos.
Y estaba sola con toda aquella felicidad.
De modo que saqué el ordenador al patio, crucé al bar de enfrente a por un whisky –el Hotel González no tiene bar- y me pasé la tarde escribiendo a vuestra salud.

Durante la charla, le había dicho a los alumnos que el escritor sólo es una herramienta a la que un exceso de vanidad puede oxidar.
Y, días después de aquel subidón, he recibido un poco de antioxidante.
La literatura sólo me da satisfacciones personales que no llenan la nevera y, de vez en cuando, tengo que dar cursos a empresas.
A la vuelta de Córdoba, una amiga me llamó para ofrecerme un curso que ella no podía dar; y, aunque estaba muy mal pagado, acepté el trabajo. Pero la empresa depende de la Administración y, cuando presenté mi curriculum para que hicieran sus cositas burocráticas, me dijeron que no podían contratar el curso conmigo porque mi título no es universitario.

Paradojas de la vida.
Unos días das charlas en la facultad y otros te rechazan por haber llegado hasta allí sin pisarlas.

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4 respuestas a «La vida: una de cal, otra de arena»

Texto magnífico, Marisol. No sé porqué, he recordado el 15M y tu vivencia me parece mucho más excitante y esperenzadora para el género humano que ese otro de la puerta del sol. ¿Porqué? Tanto banco y tanta política, tanta leche, no dejan de ser puro materialismo. ¿No estará la gente, sin saberlo, harta, en realidad, de si mismos?

Enhorabuena Marisol, casi siempre lo que merece la pena cuesta mucho conseguirlo, pero ahí estás. En este mundo el alimento intelectual parece que no es muy necesario, pero a la larga si lo es porque sin ello perdemos el sentido a vivir. Esperamos pronto tu siguiente novela. Un saludo

El SOL siempre saldrá para ti, Sol…

Aquí te dejo un texto que escribí hace un tiempo. De alguna manera tu post me ha recordado a este otro y, me gustaría que fuese mi comentario al tuyo.
Un abrazo muy fuerte, Sila
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Érase una vez una niña que fue mujer… érase una mujer que un solo libro había leído. Ella sabía que esto no estaba bien pero, quien había dicho que eso estaba mal… la mujer cuenta que un buen día cuando con un amigo (reportero y editor para más INRI) una cerveza y tertulia compartían, hablaban de los cientos de libros por él leídos y este a ella le preguntó que cuantos había en su colección; 100, 50, 20, 10 …? Ella observaba como la cara de él se desencajaba según la cifra reducía… a ella le daba pena decirle que tan solo uno había leído, uno solo y nada mas…él la agarro la cara entre sus manos y a dos centímetros de la suya la dijo; Dios mío!! Como puede alguien caminar, respirar, hablar, y mucho menos escribir y tan solo un libro haber leído… desde entonces, él la bautizó cariñosamente con el nombre de “One book(nombre)”

Entre pitos y flautas, por H o por B, la niña no acabó EGB. La mujer también sabía que eso no estaba bien y que si en su día no aprendió o no quiso aprender, ahora llegado a este punto, algo debería hacer… decidió ir aprendiendo según falta la iba haciendo. La mujer supo y sabía que difícilmente oportunidades para ella habría, no obstante lo intentó y algo se preparó y llegado el momento en el “segundamano” se anunció convencida de que ahí finalizaría to’. Lluvia de ofertas la calló y una de ellas con ella se quedó. Ella sigue aprendiendo según necesidad y así seguirá.

Por qué es siempre necesario un título para que se abran puertas, y por que en ocasiones el titulado ocupa el puesto del que no lo es solo por el echo de tener un certificado, esto sí es aceptable… siempre he considerado que hay gente válida no certificada que de darles la oportunidad, podrían desempeñar cualquier puesto con la misma eficiencia que cualquier otro… no por tener una titulación en bellas artes se es artista… obviamente no es cuestión de atreverse a hacer una operación a corazón abierto, pero hay miles de oportunidades que la mayoría podría desempeñar si se les brinda. Hay tantas personas válidas que están desaprovechadas por el echo de no dejarles demostrar su valía, ante la falta de un certificado. He puesto como ejemplo la niña que por H o por B no sacó la EGB y de la mujer que solo había leído un libro, ellas no consiguieron su certificado pero si la oportunidad de demostrar que podían.

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