por Inés Zarza
Fotografía en contexto original: viajesdecompras
18 horas de viaje. He salido sorprendentemente rápido de los trámites de visado y maleteo. A la salida me esperaba una elegante keniana con móvil, driver y traje de chaqueta. El aeropuerto es un caos.
Hay un tráfico infernal. Apenas iluminación. Sólo las luces de los coches que vienen de frente con las largas puestas. Esquizofrenia de conducción por la izquierda. Los baches de la carretera me marean. Mi cliente y el driver charlan animadamente en swahili.
Llego al Distrito de Karen.
Nos abre la puerta un guarda de seguridad. Me recibe el resto del equipo con unos sándwiches y cerveza, caliente. Tras los abrazos de rigor me comentan que todo el sistema está patas arriba. Los técnicos no han aparecido desde hace dos días.
Voy a la sala. Faltan las cabinas y la pantalla. No hay apenas micrófonos.
Mañana llegan 95 participantes a un taller internacional sobre espiritualidad, feminismo y cultura.
Cinco meses de preparativos.
75 correos electrónicos a Tamarind Translations.
30 mil euros de presupuesto.
¿Quién me mandará a mí organizar eventos?
Voy a mi cuarto. Me gusta su blanca sobriedad.
Duchas comunitarias. Agua fría. Y unos baldes amarillos por todas partes.
No hay cobertura.
Antes de apagar la luz, alargo el brazo hacia el bolso y repesco el orfidal.
Bienvenida a África.
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