Nada sucede por azar.
Cuando sabes esto y llevas incorporado de serie un canal de recepción que siempre está abierto, ves señales por todas partes. Y resulta agotador. Es como una enfermedad: recojo tal cantidad de información de los demás y experimento tantas emociones que, cuando estas últimas son fuertes, puedo sentir como mi pelo se transforma en canas.
El viernes, en una cena que dieron unos amigos, uno de los invitados cogió un juego que se llama Zen, puso un mazo de cartas delante de mí y dijo: corta. Me leyó las frases que me correspondían, una decía algo así como: Cuando comas, come; cuando pasees, pasea; cuando mires, mira.
Antes de que supiera de la existencia de Buda, yo ya disfrutaba de la comida, del paseo, y de las vistas. Disfruto incluso de los malos momentos, en los que me consuelo pensando: el escritor, cuanto peor, mejor. No sé si esa capacidad viene de mi educación –vi a mi padre disfrutar de todo-, está en mi código genético, o es un don y yo soy una extraña especie de iluminada que da por hecho que todo el mundo lleva dentro la misma luz.
Pero, si todo el mundo llevara dentro la misma luz, no harían falta las religiones. Ni los profetas. Ni las tablas de la Ley. Tengo amigos que buscan el camino de la espiritualidad en los libros, el yoga y el tofu… Son auténticos expertos en filosofía zen, budista y demás; pueden citar de memoria a todos los autores relevantes, conocen cada fecha exacta y te abruman con sus bases de datos bien organizadas.
Pero nunca han tenido un trance.
Y me da a mí que la capacidad de contactar con Dios, la Energía Universal, la Conciencia, llámalo como quieras, es como la capacidad de disfrutar del sexo: o se tiene o no se tiene.
Del mismo modo que una frígida o un reprimido no disfrutarán del sexo por muchos manuales que lean, no creo que lo Único vaya a atravesar el corazón de nadie con su espada de amor sólo porque le haga la pelota leyendo muchos libros que hablen sobre Él. O está de Dios que tengas contacto con él, o todo lo que hagas será inútil. Porque no depende de ti. No es algo que tú elijas.
Y lo que ni Buda, ni Jesucristo, ni nadie dice es que, si sabes que nada sucede por azar, si ves las señales, si comes cuando comes, paseas cuando paseas y miras cuando miras… ya no querrás hacer otra cosa.
Y tendrás que renunciar a todo lo demás.
Una respuesta a «El hombre propone y dios dispone»
¿ Qué se siente cuando no se siente nada? que gran imposible, el hecho de sentir que no siento nada, significa precisamente haber llegado al mayor grado de sensibilidad, no sentir nada es sentirlo todo, no sentir nada es sentir el universo, no sentir nada es escuchar aquello que carece de sonido, no sentir nada es ver aquello que no es físico, no sentir nada es acariciar sin tener tacto, no sentir nada es oler sin tener olfato, no sentir nada es caminar permaneciendo inmóvil, no sentir nada es amar sin estar enamorado, no sentir nada es decirlo todo sin mediar palabra, no sentir nada es saborear sin papilas gustativas….Cómo puedo decir que no siento nada, de poderlo constatar, estaría muerta y, entonces sería cuando nada sentiría pero, tampoco lo podría afirmar, pues aquí, no estaría.