El 8 de España - proscritosblog.es

Miguel Pérez de Lema

El fútbol puede enseñarnos cosas. Es el deporte/espectáculo más admirado del mundo, y por tanto el más competitivo.

Ser los mejores en esto es ser los mejores algo muy difícil, en lo más disputado, y hace falta que muchas cosas salgan bien. Que mucha gente haga muy bien su trabajo.

Bueno, eso, y que salgan tipos como Xavi Hernández.

Conviene prestar atención a los argumentos de la Uefa -en el primer vídeo- cuando le otorgaron al 8 de España el premio al mejor jugador de la Euro 2008.

Los que sepan algo de fútbol recuerdan que la España de 2008 está para siempre en la cima de la historia de este juego, con el Brasil de Pelé, la Francia de Zidane, o la Holanda de de Cruiff.

Además, añado para quienes sepan apreciarlo, un vídeo de todo lo que hizo Xavi en ese torneo. Un chico dando patadas a una pelota, para algunas almas de cántaro. Magia para mí. Felicidad absoluta. Y no hay tantas cosas en este mundo que te proporcionen un segundo de perfección. Cuidemos y celebremos las que encontramos.

Me gusta ese segundo vídeo porque cuando juega el Barcelona o España, me paso siempre medio partido así, abstraído, mirando sólo a Xavi, esperando ver, una vez más, como desplaza el eje de la tierra con ese giro de la cintura.

Esta noche, Xavi Hernández, el 8 de España, llega a sus 100 partidos con la Roja. Sólo decirle que le queremos.

Aparecido en Marzo de 2006 en Proscritos.com/la revista

Futbolófobos
por Miguel Pérez de Lema

Me he encontrado con todo tipo de personas a quienes les disgusta el fútbol. Las razones, sus razones, son diversas y comprensibles, casi siempre comprensibles. Pero de todos futbolófobos tengo localizado un grupo particular, del que me declaro enemigo: los censores.

Llamo censores a un tipo de enemigos del fútbol, con ínfulas intelectuales y/o artísticas, que suelen poner un mohín de desprecio ante la pasión que despierta este espectáculo en el populacho. Respeto, claro, que a ellos no les guste (ellos se lo pierden, por otra parte), pero no tolero esa suficiencia con la que pretenden situarse por encima de los aficionados. No la tolero porque entiendo que ese tipo de personas pretenden convertir su incapacidad para disfrutar en la censura del placer de los demás, que tanta falta les hace.

Sé que nuestra vida es muy difícil, a menudo dolorosa, que “los hombres mueren y no son felices”, y por eso tengo profunda simpatía por todo aquello que regocija y es fácilmente asimilado por el populacho. Mi postura ante los espectáculos populares no es, nunca, la de desprecio, la del censor, sino la de la curiosidad. Me interesa conocer el código que permite a esos espectáculos tener tanta capacidad de comunicación, y admiro su capacidad para producir placer y emocionar a esta bestia cansada que es el hombre.

Conozco bien el código del fútbol y su compleja y variadísima semántica. Para nuestra mente simbólica, el fútbol se ha convertido en una de las expresiones más polisémicas y complejas de la cultura. (Por supuesto, todo es cultura, como bien explica el profesor Gustavo Bueno). Los censores del fútbol, claro, niegan que todo sea cultura, especialmente en fútbol, lo que les resulta muy útil para poder despreciarlo sin conocerlo.

No reniego de mi adscripción al populacho, la disfruto. Me gusta la botella de Coca-cola y no necesito verla expuesta en un museo para disfrutar de su belleza. El censor, por el contrario, suele necesitar que alguien lleve la botella de Coca-cola al museo para darse a sí mismo la licencia de contemplarla. No de disfrutarla, porque el censor, ya lo hemos dicho, carece de la capacidad para sentir placer y por eso se especializa en solicitar certificados de calidad a la naturaleza.

Que les den. Yo me voy al Manzanares.
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UN POCO MÁS EN:

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