Feliz año nuevo proscrito

por Marisol Oviaño

La caja con el vino ya está en el maletero del coche.
Mi hija y yo hemos vaciado mi armario buscando un modelito para ella, aunque al final hemos decidido que será mejor que se ponga su propia ropa. Todavía no sale en Nochevieja, pero le hace ilusión arreglarse para cenar con nuestros amigos en Colmenarejo.

Me falta planchar la camisa y la corbata de mi primogénito, que son de mi hermano, como los zapatos. En realidad, la corbata y la camisa eran de mi padre, se me hace extraño ver a mi hijo con su ropa y mis ojos. Hoy (escribo estas líneas en la madrugada del 30 al 31) se ha estado probando el traje –se lo compró la abuela para la fiesta de fin del 2009- frente al espejo de mi habitación. Aunque ha pasado un año desde la última y primera vez que se lo puso, le sigue quedando grande. No ha heredado las hechuras de toro de su padre, es un tirillas, como los hombres de mi familia.

Después de las uvas tendré que traerlo de vuelta a nuestro pueblo, para que vaya a un fiestón con sus amigos, y yo regresaré a Colmenarejo. Disfruto de su ilusión y me esmeraré al máximo planchando sus galas, pero no envidio su juventud ¡Cuánto se espera de Nochevieja a su edad!

Todos saben lo que van a ponerse, menos yo, que soy la única de los tres que no espera nada de la fiesta que viviremos dentro de unas horas. Aunque hay algo que es seguro: me pondré algo en lo que quepa: en el 2010 me he puesto como una marsopa.
Por eso no tengo arrugas.
A ciertas edades, o te amojamas o te ajamonas.

Feliz 2011, proscritos.