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Cosas que pienso mientras cocino: el fin de la clase media

Por Marisol Oviaño

La semana pasada era A el que se quedaba sin casa.
Quiero mucho a ese cabrón.
Y él me quiere a mí.

– Hola, llamo para dar señales de vida y que no te preocupes.

Como no quería preocuparme, me estuvo contando lo bien que se lo había pasado la noche anterior tocando en una fiesta con bailarinas de la danza del vientre, había material de sobra para que escribieras un libro, me dijo, consciente como es de que escribo sobre él, y por lo menos he dormido caliente.

Como también sabe que a mí puede contarme la verdad, de los colorines psicotrópicos pasó a desmenuzar la realidad económica de este país con precisión de cirujano y a hacer un certero análisis de su situación personal.

– Yo no me he descuidado. A mí han dejado de pagarme y yo he tenido que dejar de pagar. A partir de ahora, economía de guerra: también yo dejaré de pagar a todo el mundo, sobre todo al poderoso: no pagaré ni un puto impuesto y piratearé la luz y el gas de las casas de todos mis amigos -es un genio en eso-. Y que me busquen, a ver si me encuentran. Y si me encuentran ¿qué me van a hacer, meterme en la cárcel? ¿Darme casa y tres comidas al día? ¡Anda ya! A partir de ahora, a vivir a salto de mata, tendré que ligar todas las noches. De momento me han invitado dos semanas a la Alpujarra y un mes a Egipto.

Y aunque los dos sabemos que ligará todas las noches (mantiene ese don a pesar de que hace tiempo que es abuelo), recé para que su segunda exmujer se dé cuenta de que sin él todos se irán al garete: ella gana 800 euros, apenas le llega para pagar el alquiler de la casa en la que vive con los hijos de ambos. Y si él tiene que gastar toda su energía en ligar para tener donde dormir, no podrá currar; y si no curra, no podrá pasarle pasta; y si él deja de pasarle pasta y quedarse con los niños cada vez que ella tiene cosas que hacer, también ella se acabará viendo en la calle.

La semana pasada fue A.
Pero esta semana ha sido C.

– Si no cambian las cosas, en febrero alquilo mi casa y me voy a vivir con mis padres. A mis cuarenta y tres años.

C no tiene nada que ver con A.
Ella es una mujer de orden, con su carrera, su máster, su inglés, su francés y sus 20 años de experiencia en la misma gran empresa. Hace dos años la despidieron junto al 60% de la plantilla.
C no es un espíritu libre como A, ella ha sido siempre una chica formal: estudió carrera y máster, trabajó, amó su trabajo y fue fiel a la empresa.

Jamás quiso ser autónoma, pero, a tenor de las circunstancias, no le ha quedado más remedio.

Ahora aprieta los dientes para decir que está trabajando con fiebre, que coge todo lo que le sale pero ni aún así le llega para pagar la hipoteca (un apartamento razonable para una mujer de su edad, su experiencia y su antiguo sueldo), que está harta de estar al otro lado de la línea.

Tanto A como C han sido siempre clase media.
La semana pasada fue A.
Esta ha sido C.
La semana que viene puedo ser yo.

O tú.

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Desde la crisis de 1993 veo la caída lenta pero sin pausa de algunas personas cercanas con actividades profesionales o pequeñas empresas. Desde entonces trabajan para los bancos,que se comen el márgen o casi, (a veces en algunos casos, además trabajan para los empleados fijos de más de 30 años de antigüedad porque les da auténtica vergüeza echarlos, son de la misma quinta y saben lo que les espera y dicen: «aqui nos jubilamos todos a la vez», otros nunca tuvieron empleados), pero ellos no lo quieren ver. El crédito aun no está agotado, está más caro, más dificil conseguirlo, pero los bancos van dando cuerda al ahorcado. No se cuando serán realmente conscientes de tocar el fondo, o si ya han tocado y se arrastrarán por él durante años.
La situación es pavorosa desde 2008-2009. No dejo de verla, aunque a todos se nos ha empañado la mirada a veces con la alegría de ver cómo corría el dinero en años como del 2001-2004 gracias a que se vendieron bien inmuebles que se compraron en los 80 o antes.
La gente de mi generación no pudo comprar inmuebles en los 80. Tampoco en los 90. No teníamos edad.
Tengo amigos empantanados hasta dentro de 30 años con casas compradas a los módicos precios de esta década. Acojonados.
En unos años, con la esperanza de vida tan larga, en amplias capas de la población habrá desaparecido la función social y la importancia económica que tenía la herencia.
En estos meses un gobierno decidirá tambien si encima me tendré que jubilar a los 67 o a los 70.
Yo vivo de alquiler. Y no espero herencia. Ni creo que al paso que vamos yo pueda dejar algo material digno de llamarse así.
Casi mejor morirse cuando a uno le apetezca y no dejar hijos a los que la vida les esté esperando para cobrarles las facturas de sus mayores, algunas de ellas sin duda son de sus excesos. Esto ya no es crisis, es que cambia el paradigma para las próximas generaciones: fin de la clase media.
Perdón por enrollarme tanto, pero anoche fue un tema de conversación y ahora al leer los comentarios en «Descontroladores» y este artículo, me iban referescando la memoria.

No es tanto el fin de la clase media, Marisol, es más bien el fin de un mundo donde la estructura que puede gestionar una persona en solitario es suficiente para generar los ingresos que le permitan ser independiente. Por supuesto, afecta y mucho a las profesiones liberales que forman la mayoría de la clase media, pero igualmente a cualquier asalariado. ¿O no es un palo que a un asalariado le bajen el sueldo hasta que quede por debajo de la cuota de la hipoteca que contrajo hace 15 años quedándole otros 15 por delante? Por no hablar ya de los núcleos familiares que se metieron en tales berenjenales porque con dos sueldos se podía… y perdieron uno o los dos en poco tiempo.

Vivimos una época en la que las estructuras corporativas privadas le están echando un pulso a las estructuras estatales públicas. Hay un montón de multinacionales cuyo balance tiene más ceros que cada vez más estados.

De ahí que muchos estados se vean abocados a soltar el lastre de cualquier servicio que sea anti-competitivo, con la paradoja añadida de que solo encuentra comprador para los que sean rentables y estén libres de polvo y paja, o sea que lo único que consigue es renunciar a rendimientos a largo plazo para obtener liquidez a corto.

Si no lo remediamos, lo que asoma en el horizonte es el pase de un planeta lleno de estados a uno lleno de corporaciones…

… Mad Max y Soylent Green.

Si el Ejercito del Futuro se prostituye le espera un futuro prometedor.

Sí, creo que somos muchos los que tenemos la percepción de que esto no es una crisis, sino el fin de una época.

Hace mucho que las cosas están pensadas para que uno solo no sobreviva.
Cuando yo era pequeña, el sueldo del padre de familia resultaba suficiente para vivir y comprar una casa en la que vivir con su mujer y sus hijos. Hace mucho tiempo que hacen falta dos sueldos para tener una casa.

Quizá la crisis traerá como consecuencia un modelo famliar parecido al modelo en el que vivían nuestros padres: viviremos con nuestros padres y nuestros hijos en la misma casa; o, en su defecto, viviremos en comunidades de amigos.
El que esté solo, no sobrevivirá, salvo que sea buen cazador y se eche al monte.

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