Miguel Pérez de Lema
Me gusta mucho Scorsese y la forma en que retrata la filosofía del clan, del grupo, del gang.
Me gusta mucho cómo en «Uno de los nuestros» la voz en off del joven gangster explica la clara división del mundo entre su nosotros y su ellos. Me gusta cómo explica lo bueno que es formar parte de «los chicos listos», disfrutar de todas sus ventajas, cumplir con sus compromisos de lealtad, obedecer la jerarquía, y también me gusta cómo destaca lo miserables y estúpidos que le parecen todos los demás, los que no están en el ajo.
Los pringados que se levantan temprano a doblar el lomo como bestias por cuatro perras.
Me gusta mucho esta foto. Dos tíos enrollados. Goodfellas.
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Gran película. Y ¿qué me dices de la escena en la que Ray Liotta pega a un tipo con saña con su pistola y le da la pistola a su chica para que se la esconda? Ella dice más o menos esto:
Cualquier chica habría dejado a su novio entonces, pero yo no. Yo casi me puse cachonda.
No sé quién sacó la moda de atribuir todo el mérito de las películas a sus realizadores, pero los guiones son mérito exclusivo de los guionistas, cuyos nombres rara vez pasan al dominio público. El director lo único que hace es seleccionar (o encargar) un guión y llevarlo a la pantalla con mayor o menor acierto. Un ejemplo típico es Berlanga, a quien se atribuyen casi todos los lustres que en realidad eran de Rafael Azcona. Un antiejemplo es el de Ed Wood, que escribía sus propios guiones y que está ampliamente considerado como el peor director y guionista de la historia del cine.
Un caso intermedio fue la película Casablanca, basada en una obra teatral previa, y en cuyo guión participaron varios guionistas al mismo tiempo. Se rodó en 10 semanas, totalmente improvisada, batallando con la censura, y prácticamente toda en estudios. La línea final («Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship») fue escrita después de terminar el rodaje, y hubo que llamar a Bogart un mes después para que acudiera a leerla. Durante toda la película, la Bergman ni siquiera sabía a cuál de los dos hombres amaba realmente su personaje.
Y lo más divertido de todo: la escena final del aeropuerto se rodó con un avión de cartón. Para que el avión pareciera más convincente, se esparció niebla artificial por todo el estudio, y se usaron extras enanos para dar más perspectiva a la imagen. Para mí, ésa es la verdadera magia del cine.