por Timido Celador
No está en su habitación.
La Sacerdotisa me dijo que hablara con él: yo ahora tengo cosas que hacer, eres su discípulo, no el mío.
Y me marché a casa sin saber para qué sirven los maestros, pero necesitando uno que me explicara por qué me sentía tan poderoso.
Por qué hoy, cuando me he levantado, en el espejo no me esperaba el mismo pringado de todos los días, sino el superhombre que, sin moverse de la misma cama, se había follado primero a Laura y, un par de horas después, a la Sacerdotisa.
Hoy he esperado a acabar mi turno para sentarme a charlar tranquilamente con él. Y ahora no le encuentro.
– ¿Un cigarrito? –me dice Carlota cuando, en mi búsqueda, me cruzo con ella por el pasillo.
Algo me dice que podrá darme información sobre el paradero del Guru y la acompaño al porche.
– Te veo diferente- dice con una sonrisilla sarcástica que hace unos días me habría intimidado.
– Sí –admito estrenando una seguridad en mí mismo que me complace.
– ¿Sí? –se sorprende ella- Y ¿a qué se debe?
– Mmmmmm… Digamos que estoy saliendo de la adolescencia. Oye ¿sabes donde está el Guru?
– En el estudio de grabación que se ha montado en la antigua sala de espera –me dice expulsando el humo hacia los árboles-. ¿Pasa algo?
– No, nada ¿por qué?
– No sé… Estás raro.
– ¿Raro?
– Sí. Pareces otro. Estás…sexy.
– Soy sexy, Carlota –sonrío con mis dientes jóvenes y blancos antes de enfilar hacia el cobertizo, maravillado por esta nueva y cojonuda seguridad en mí mismo.
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