por Malvi
Sólo me las pongo para leer y nunca las llevo a la calle.
Cuando los hombres me invitan a tomar una caña y me pasan la carta de las raciones para que elija, yo estiro el brazo para tratar de enfocar.
Y ellos, caballerosos y gentiles, me tienden sus gafas de cerca.
Hay algo sutilmente erótico en mirar por sus cristales.