por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: uytierra
Nadie dijo que fuera fácil.
Cada vez que estoy de bajón, pienso en esa frase de Amorcito, personaje de Seduciendo a dios. Creo que en el libro no quedó finalmente recogida, porque era materialmente imposible publicar todas las conversaciones que mantuvo la Comandante con los internautas.
Pero recuerdo el momento en que se produjo.
Tras pasar varios meses predicando con gran éxito en la Red, superada la primera euforia de comprobar la puntería de su palabra y su capacidad para que los corazones de los otros se abrieran, Inar de Solange comprendía la inmensidad de su tarea. Y, como Jesús en Getsemaní, sintió deseos de salir corriendo. Pero ella no tenía un dios padre al que volverse y buscó a Amorcito para sincerarse con él, deseando comprensión y unos brazos en los que derrumbarse. Deseando que alguien le dijera sólo eres una mujer. Deseando rendirse.
Amorcito la escuchó atentamente.
Pero no la estrechó entre sus brazos, que era lo que ella había ido a buscar, no le ofreció el refugio de su pecho para que llorara sobre él, ni le dio un beso en la frente. Le secó las lágrimas con aire distraído, como si sólo fueran motas de polvo sin importancia, dio un paso atrás y, poniéndose firmes ante su Comandante, dijo:
– Nadie dijo que fuera fácil.
Durante los últimos años, y me temo que ya para el resto de mi vida, esa frase se ha convertido en mi bálsamo de fierabrás. Cada vez que me veo al borde del abismo, cada vez que me siento demasiado pequeña, cada vez que creo que no puedo más, recuerdo que estoy aquí porque aquí me han traído mis propios pasos, que sin sacrificio no hay recompensa, y que sin obstáculos la vida no vale ni el tiempo que uno pierde en preservarla.
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Bravo. Yo, además, tengo otro agarradero anímico. Muchas veces en mi vida me he visto en el fondo de un agujero del que creía no poder salir, y siempre he salido. En los momentos malos (que por suerte son ya cada vez menos, y más livianos), me conforta pensar precisamente eso: que siempre se sale. A condición, claro, de que uno se empeñe.
Por cierto, las calles torcidas como las de la foto son muy poquitas, mi niña. A nada que camine uno, desemboca en la avenida ancha, con sus jacarandas y sus mañanas soleadas. Animo.
Hum, pero la avenida ancha debe ser un aburrimiento.
Cierto. Pero de vez en cuando uno (o una) se merece el perfume de las jacarandas en flor, ¿no?
Nada es fácil. Si en algún momento lo parece… es que no te estás ocupando de lo que deberías por dejadez y lo que queda no pone suficientemente a prueba tus capacidades.
Ya es un adelanto poder prescindir de que alguien te lo tenga que recordar.
Tienes un problema con la postura del observador, Ricky… forzosamente, el observador siempre sale, porque es condición para que pueda contar algo acerca del experimento. Pero cuando el observador es al mismo tiempo sujeto del experimento… cuando la recuperación no se presenta no queda nadie para relatar la historia del fracaso, y ello falsea la estadística. Nadie compensa publicando la historia de los fracasos el aparente y apabullante predominio de la historia de los triunfadores.
NingunOtro, ¿no serás tú por casualidad un ectoplasma de Lacan?
Propiedad de la Tyrell Corporation, ciertamente, Ricky.
Me he perdido… ¿ectoplasma de Lacan? ¿Tyrell Corporation? ¿Psicoanálisis? ¿Replicantes?
ectoplasma
1. m. Parte externa del citoplasma de una célula.
2. Supuesta emanación de un médium durante una sesión de espiritismo, con la que se forman apariencias de seres vivos u objetos.
Ricky se ha picado por mi comentario en el que decía que si bien uno siempre está ahí para alegrarse de salir de un bache, no cabe extrapolar que de un bache siempre se sale. Y eso porque cuando uno no sale no está ahí para pavonearse de no haber salido, con lo cual contabilizar solo a los que han salido es falsear la estadística (al menos aquella que afecta las probabilidades de salir de un bache).
Como he supuesto que un ectoplasma de Lacan viene a ser lo más cercano que Ricky puede concebir como muy poquita cosa, he replicado recordándole cuán ténue puede ser la diferencia entre muy poquita cosa y un ser humano.