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gente deshecha en L.A. (Anna)

por Juan Hoppichler

Anna y yo compartimos casa con siete personas más. Ella paga por dormir en la sala de estar, en el sofá. Lleva aquí un año. Vive mentalmente ausente y no muestra el menor interés en conocer a los tres europeos que se han mudado hace poco a uno de los dormitorios. Es de un pueblo de Kansas. Su padrastro la sobaba ante la indiferencia de su madre. Huyó con dieciséis años y nadie la buscó. Llegó a California para ser actriz y en diez años jamás ha conseguido un papel. Trabaja de camarera y dependienta, pero Mathew, el dueño de la casa, nos ha dicho que es nifómana y que sospecha que se prostituye, que por favor, si lo hacemos con ella, usemos gomita.

Cuando Anna está sobria es simpática. Un día le dije que era periodista -quería tirármela- y que si podía fotografiarla. Me dejó hacerlo, incluso desnuda, y me habló de sus aún vivos sueños hollywodienses. Se estaba promocionando ante mí. Quise conocer sus opiniones cinematográficas, para hacer la sesión más profesional, pero en realidad de cine sólo sabe que hace a la gente famosa.

Anna ha elegido el atontamiento como medio de supervivencia.
A mí ella me gusta, con sus trastornos de personalidad y adicciones incluidas, pero sólo le interesé los dos minutos que pensó que podría ayudarla en su carrera.

Quizá es mejor así. Nos es buena época para cuidar de locas.

0 respuestas a «gente deshecha en L.A. (Anna)»

Como ésa hay miles en este mundo, para fortuna y bebenplácito de no pocos gustosos y entendidos en el extravagantismo. Y quizá sea mejor así. En lo personal las perfiero radientamente desquiciadas, bellas, sulfurosas.

Salud por tales seres salidos de sabrá El Gran Apestado qué abismos.

pero esas bellas sulfurosas a veces lo son en exceso. y cansan y pierden su brillo. llega el momento en que ya no es divertido ni erótico cargar con una borracha-creo yo.

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