Estoy frente al ordenador con un montón de papeles que requieren ser atendidos: solo con mirarlos me deprimo. El sistema envenena lenta e inexorablemente nuestras vidas en el único espacio en el que creemos estar seguros y a salvo: nuestra casa. Ésas miserias cotidianas se materializan en papeles: citaciones del juzgado, sanciones de todo tipo, amenazas bancarias, notificaciones de las administraciones públicas, facturas y la convocatoria de la junta de la comunidad de vecinos.
Te lo meten por el buzón.
Sí, ese esfínter doméstico que se lo traga todo, hasta la publicidad.
Si existe un talón de Aquiles, ése es el buzón. Qué pasaría si nos deshiciéramos de la cajita de los cojones. Por ejemplo, al no enterarnos de que nos han mandado un certificado, se nos pasaría el plazo para recogerlo y nos ahorraríamos el prurito causado por la incertidumbre del ¿y qué será esto? A fin de cuentas, recogerlo o no, no cambiará nada. Las facturas, ¿para qué mirarlas? Si no estas de acuerdo te van a dar por el culo, mejor ni enterarte. Una citación del juzgado, ¿para qué ir? Es como apostar al rojo o negro, la sentencia dependerá de si su señoría ha follado la noche anterior. No diré nada de los bancos y administraciones públicas porque se merecen un espacio para ellos solitos.
Otra variante, no por fútil menos importante, es el tema de la propaganda. Con total inmunidad, a la luz del día, se acercan al buzón, y zásss, te la meten de todos los tamaños: formato octavilla, díptico, tríptico o revista King Size.
Cuando llega tu anhelada revista de aeromodelismo, el cartero te la deja hecha un rebuño porque ya no queda sitio en el buzón. Al abrirlo, incontinente, su interior se desparrama por el suelo, en una mezcla promiscua y aberrante.
Entonces, desamparado y jodido, comprendes que tu buzón se ha convertido en el coño de la Bernarda.
0 respuestas a «El buzón»
Estoy de acuerdo.
Olé por tu composición.
Un abrazo
Hace unos años me daba verdadero pánico abrir el buzón, porque cada vez que lo abría recibía una mala noticia.
Y todavía me sigue dando mal rollo. Nunca acabaré de fiarme de él.