por Marisol Oviaño
Ilustración: La cogida, de Picasso
El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo. (Federico García Lorca)
Desde que murió mi padre no he vuelto a ir a los toros.
Él fue quien me inició en el más solemne espectáculo, ése en el que el hombre cita a la muerte: ¡Je, toro!
Mientras la plaza contenía el aliento, mi padre me cuchicheaba a la oreja: Eso es un natural… ese toro es mejor torearlo por la derecha… ná, este matador no transmite.
Transmitir.
Ésa es la palabra clave.
Para ser torero hay que tenerlos bien puestos.
Quienes nunca han estado cerca de un toro, no entienden que hace falta una gran fortaleza mental para no tomar el olivo cuando el morlaco viene corriendo hacia ti, cuando pasa rozándote, cuando sientes su respiración en la muleta.
Una vez aguardé con un capote a una pequeña vaquilla. Aguanté como una campeona mientras ella, más alta que yo, se acercaba a mí. Cogió bien el engaño que sostenían mis manos, y mientras ella entraba al trapo yo sufrí una descarga de vida. Y rugí de orgullo como un dios en un orgasmo. Después, solté el capote y salí corriendo hacia el burladero, con los labios húmedos de muerte.
Comprendí entonces cuánto valor necesitan los hombres que se visten de oro para morir.
Pero el valor no es suficiente: además hay que transmitir.
Lograr que miles de personas dejen de respirar a la vez, conseguir que sus corazones latan al unísono en un silencio respetuoso, llevarles a un paroxismo en el que necesiten romperse las manos aplaudiendo.
Y, mientras, ofrecer el pecho a los pitones de la muerte.
Ole, ole y ole.
0 respuestas a «La mística del toro»
Gracias por tu artículo, sólo se puede amar lo que se conoce.
Me da mucha pena que se opine en contra de los toros desde el desconocimiento.
Desde la experiencia y el conocimiento si que se puede (y se debe) hacer una crítica para que mejore la tauromaquia. Mi temor no son las leyes que prohiban las corridas de toros, mi temor es que desde dentro de la Fiesta, gente sin escrúpulos la prostituya y la degrade, la deje sin arte y sin valor.
Gracias por tu comentario, Ariadna.
Odiaba los toros antes de que mi padre me enseñara su código: no tenía herramientas para entender la belleza de la lucha de la vida contra la muerte. Manuel MOlés (comentarista taurino) y Antoñete (torero metido a comentarista), terminaron de enseñarme lo que a mi padre no le dio tiempo.
También, antes de que mis hijos- y Miguel Pérez de Lema- me enseñaran la mística del fútbol, lo odiaba. Ahora, en lugar de refunfuñar cuando mis hijos quieren ver un partido, me abro una cerveza y grito como el que más.
Conocer es amar.
Qué gran verdad.
Entrando en la polémica de la prohibición y descartando la perversión nacionalista del tema, entiendo que los abolicionistas estan contra la instrumentalización del sufrimiento de los animles. Y dando por hecho que no todos son vegetarianos, estan cerrando los ojos a los mataderos; un toro en la plaza, con su sangre a tope de adrenalina y endorfinas de combate, sufre mucho menos que un cordero en el corredor de la muerte; quizás alguno dirá que la alimentación es más justificable que el espectáculo o el arte, olvidando que no sólo de pan vive el hombre.
Marisol me ha hecho recordar cuando de chaval iba a los toros con mi padre y participaba del rito o cuando en los encierros de Tudela sentí el aliento de la muerte en mi nuca. Mas tarde, mi empatía por ese mágnifico animal, que me encanta ver libre en el campo, me alejó de ese espectáculo devaluado por las malas prácticas de los mercaderes del sector.
A mí me encantaría ver a estos defensores de los animales manifestándose ante las granjas de gallinas, por ejemplo. Una pobre gallina pasa su vida encerrada en un espacio mínimo, con tal nivel de estrés que tienen que cortarles el pico para que no se maten unas a otras. Son muchísimas más las gallinas que sufren este sistema de explotación que los toros que mueren en la plaza. Pero las gallinas no interesan a estos amantes de los animales: no son símbolo de lo español.
Cuando un toro de lidia llega a la plaza, ha vivido unos añitos a cuerpo de rey en la dehesa. No es, ni de lejos, el animal más torturado. Yo, desde luego, preferiría ser toro de lidia antes que gallina, corderito, ternerito o cochinillo.
Hitler sabía que para controlar al pueblo sólo había que apelar a las emociones. Y los políticos han aprendido la lección: ¿que quiero echar de mi territorio todo lo que huela a español? Pues les digo a los amantes de los animales que luchamos contra la tortura del toro y ya se encargarán ellos de hacer todo el trabajo sucio. Por desgracia, parece que hay mucho tonto útil a quien utilizar para, simple y llanamente, recortar libertades.
Mi abuelo fue un amante de los toros y un gran entendido,estaba abonado todas las temporadas y no se perd’ia ni una sola corrida.Acudía siempre acompañado de su gran amigo don Mariano,cuando su amigo murió,jamas vovió a la plaza,no podía soportar su ausencia,pero siempre amó el toreo y eso nos transmitió toda su vida.Si viviera ahora no daría crédito a lo que está sucediendo.Pobre España nuestra que no sabemos defenderla despues de lo que nos ha dado.
La plástica de las palabras transmitiendo sensaciones personales, colectivas, emociones y recuerdos se refleja en tus pinceladas sobre el albero del ruedo.
Recuerdo que fui invitado hace años a la plaza monumental de la Ciudad de México, creo que es la mayor del mundo, y me sobrecogió escuchar aquellos olés y admirar el arte a caballo, creo que se llama Hermoso de Mendoza (no soy aficionado a los toros), el riesgo del jinete, y sobre todo de los hermosos caballos con el filo de los pitones rozándoles la piel; creo que es, a la vez, morboso, sensual y primitivo. Gracias por enviarnos estos relatos que nos refrescan el verano y abren una ventana, un burladero?, a los que tenemos que trabajar en estas fechas, lo cual también es una «faena».
Ah!… si me abuelo levantara la cabeza !qué horror!. Él me enseñaba, con el mantel de la mesa, cuando yo tenía cinco años, los pases de verónica y las chicuelinas… Pero con las mismas servilletas y un palo, me hacia templar los naturales y entrar a matar, bien cuadrado, sobre el cojín del sofá.
Olvide, y supongo repudie todo lo mamado, cuando pasé el acné de la adolescencia, se trataba de rechazar el mundo de los mayores. Pero cuando, a los treinta años, independizado y con hijos, volví a fijarme en el arte del toreo, las esencias volvieron a instalarse en mi piel y en mi retina,
Desde entonces solo he pagado una vez para ver una corrida en las Ventas, acompañando a una islandesa que se pasó los seis toros mirando entre sus dedos, contándome su horror y estremeciéndose de emociones que no podía descifrar; pero yo si sabia: mi abuelo me había enseñado a enfrentarme con la muerte, ….con la cabeza muy alta, la muleta por delante…y un pasodoble torero …
¿será que nuestra generación no ha pasado una guerra?
Ya se han quitado la careta, blindarán los toros de fuego y los ensogados, que a mi si que me parece una salvajada y frente a ellos, el hombre ni hace uso del valor ni arte (solo hace uso del sobado y asqueroso argumento de la tradición) 20minutos.es
ME FASCINA EL ART. X QUE EN ARGENTINA NO TENEMOS CORRIDAS DE TOROS, y x muchas sensaciones mas. Me quedó en la retina la pelicula de Almodovar en «El Matador», luego fui viendo algunas coirridas de toros en TV. No soy española, x lo tanto ese rito no lo he aprehendido de verlo tempranamente. Pero coincido: QUE HUEVOS HAY QUE TENER PARA SER TORERO!!! y hacer vibrar a las personas desde el momento en que se paran tan sensualmente en ese alucinante escenario de la Plaza de Toros. Siento la muerte del Toro.Acepto censuras. Pero… Me gustan las corridas …tras la muerte de ambos. Esto es como uno lo siente.Susana ( una mujer argentina).