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Anotaciones dispersas en el diario de un Rodríguez del Siglo XXI

Miguel Pérez de Lema

La gata está como loca con el celo. ¡Qué manera de protestar!

No cabe la menor duda de que sabe lo que quiere. A lo mejor los humanos deberíamos ser así. Se ahorraría mucho en psiquiatras, y no veríamos esas caras de amargura que vemos a cada paso.

También sería un espectáculo de lo más excitante ver salir a los balcones a hermosas mujeres poniendo el culo en pompa y berreando por un hombre que las calme, como hace la gata llamando a los de su especie.

Se sabría a que atenerse en todo momento.

¡Cómo grita la gata otra vez! Parece mentira que una cosa tan pequeña pueda tener tanta fuerza en los pulmones. Bajo a comprar leche, y la escucho por la escalera, y un poco, incluso, al salir a la calle.

Qué reconfortante la idea de escuchar a una mujer haciendo lo mismo.

(Imagen en su contexto original en: www.bamkapow.com)

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