por Rodolfo Naró
Fotografía en contexto original: hispaniainfo
Hace unos días volví a Tequila. Caminé sus calles. De nuevo me sorprendió descubrir, por enésima vez, que la plaza no es tan grande. Me senté a la sombra de los laureles, frente al kiosko. En el portal saludé a los boleros que llevan ahí más de cuarenta años, que ahora les enseñan el oficio a sus nietos. Volví a la casa donde pasé mi infancia, tan distinta ahora pero tan viva en mi recuerdo.
Me traje fotografías que mi madre atesora: mi abuelo Salvador, en campaña, vestido con su uniforme de cristero. Su rostro me es tan ajeno, es un jovencito de veinte años, flacucho, con porte de actor de película muda. Mi padre con sus compañeros de generación, posando en la puerta del primer hospital donde ejerció la medicina. Fotografías donde estoy con mis hermanos, subiendo las pirámides de Palenque, ocultando una sonrisa frente a la cámara. Retratos donde estoy yo con mi sobrina María, en brazos, en su primer cumpleaños. Hace diecisiete años, me digo. Compruebo cuánto cabello he perdido, que me ha encanecido la barba. Busco en su mirada ese otro que fui, siento que me mira de frente y me desconoce. ¿Yo fui éste?, me preguntó, ¿y el viejo que terminó siendo mi abuelo fue ese jovencito con fusil al hombro? ¿y mi madre esa mujer radiante que sonríe sin pesar a mi padre en su viaje de bodas? Cuántas personas somos tan distintas a lo largo de la vida sin dejar de ser uno mismo.
Ayer vi en el cine El secreto de sus ojos, la nueva película del argentino Juan José Campanella, y de golpe me volvió el recuerdo de Buenos Aires, el olor de sus mañanas, el ruido de sus cafés, la música del Homero Manzi, sus tormentas de invierno en pleno agosto, y me dije, quiero volver. Revivir el pasado que nunca deja de latir en nuestras venas, de reposar en el fondo de la mirada. ¿Por qué idealizamos lo vivido, por qué creemos que aquello fue mejor que éste presente moribundo y monótono? Uno recuerda con amargura resignada las ciudades donde fue feliz. Uno quiere volver de nuevo a esa gente, a compartir la misma mesa, la lectura bajo la misma lámpara. Uno nunca puede comenzar a vivir el futuro porque el recuerdo aplasta la cotidianidad. Uno siempre añora volver.
Volver a la infancia despreocupada, volver a componer el primer noviazgo. Volver al blanco y negro de la fotografía. Volver a escuchar el lado B de cierto disco, para volver a soñar que vuelo. Volver a decir sí en el momento justo. Volver a pedir perdón cuando mi silencio perturbó su mirada. Volver por lo que fue mío cuando ni siquiera me di cuenta de que lo perdía. Volver por el abrazo del amigo que se quedó en el camino. Volver a aquel trabajo que detesto pero que me dio seguridad económica. Volver a la poesía, a escribir, a releer los libros dedicados. Volver como si nunca me hubiera ido, como si nunca hubiera dejado ese puerto, como si el destino no fueran aguas que inevitablemente corren hacia el despeñadero. Volver por un instante, a veces sólo eso es suficiente para sentirme otra vez vivo.
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Rodolfo Naró, Tequila, Jalisco, 1967. Poeta y narrador. Su novela El orden infinito, fue finalista del Premio Planeta 2006.
0 respuestas a «Volver»
No sé si te habrá pasado alguna vez: de repente te reencuentras con alguien del pasado, charláis y… los recuerdos de uno no tienen nada que ver con los del otro. Parece que cada uno ha vivido experiencias diferentes.
Hola Rodolfo: qué alegría leerte de nuevo: amigo mexicano.Volver: de alguna manera el tema que has traído esta vez.Y está bueno que «el Secreto de…» te haya remontado al olor de mi ciudad,al amor argentino con gustito a tango y color de yerba mate, al detestable clima del invierno, al acogedor pasaje de los libros en plena calle Corrientes, a la pobreza de mi gente, a su esperanza, a los que no son tan pobres, a los que les duele la vida, a los que gozan de ella…(de esa manera tan peculiar como lo hacemos nosotros,buscadores de utopías,resentidos, resginados, espectantes, amigueros,vanidosos,charlatanes, besuqueros y un montón de cosas mas… pero que reciben siempre en su suelo al que «vuelve» a desentrañar sus recuerdos, sus goces, sus penas, sus lágrimas, frente a vos: amigo.No dejes de volver nunca.Como si nunca te hubieras ido.Siempre alguien espera al que retorna, aunque «inevitablemente las aguas corran hacia el despeñadero».Que hermosos rostros los de la fotografía en blanco y negro.Mirarlas también es un eterno volver. Un abrazo.Que vuelvas.Susana ( una mujer argentina).