Está empezando a descubrir que hay ropa que resalta sus virtudes y otra que acentúa sus defectos. Puedo saber con qué pie se ha levantado sólo con ver la ropa que se pone. Si está de buen humor, llevará unos pantalones ajustados que realcen su trasero y acentúen sus bonitas curvas. Si se siente como una mierda, se meterá en un chándal con el que parece un saco de patatas. Lleno.
Algunos días, mientras yo estoy trabajando, me coge las pocas pinturas que tengo y se maquilla frente al espejo, buscando a la adulta que será, imaginándose.
Se desmaquilla con torpeza manifiesta antes de que yo llegue a casa, pero su corrida sonrisa de joker despierta mi ternura y la delata.
A su edad, te pintas la cara para descubrir.
A la mía, te la pintas para tapar.