Ayudo al Guru a arreglar la cisterna de su baño. Es muy manitas, Charlie me ha contado que hubo una época en que a las internas se les estropeaban continuamente las cisternas o los grifos.
– Pero no me lo decían a mí para que llamase a los de mantenimiento, no. Se lo decían al Guru –remató con una risilla- que es un fontanero de la ostia: desatasca todas las cañerías.
Yo sólo le he traído una herramienta que le hacía falta. Le observo trabajar con las manos metidas en el agua y las gafas de cerca resbalando por su nariz, y no puedo evitar sentir una inabarcable ternura por este viejo. Aunque me haya levantado a la chica, quiero a este tipo; siento una extraña admiración por él. Es todo lo que a mí me da miedo ser y hace todo lo que a mí me da miedo hacer y sabe todo lo que a mí me gustaría saber.
Él trabaja en silencio.
Yo admiro en silencio.
Pone la tapa de la cisterna, se seca las manos con la toalla y me tiende la herramienta mirándome por encima de las gafas.
– Me ha dicho Iris que está preocupada por ti.
El anticlímax ha llegado tan de sopetón que siento un escalofrío. Sé que va a hablarme de algo en lo que yo no quiero ni pensar. Pero aún así, intento desviar su atención, como un imbécil que no quiere darse cuenta de que ya es demasiado tarde, como un cobarde que no quiere recordar cierto encendido y doloroso correo que escribió hace unos días y que desearía no haber escrito jamás.
– ¿Qué?
Eso es todo lo que se me ocurre decir para escapar.
– Le escribiste un correo hace unos días – dice quitándose las gafas-. No sé que le dijiste, no me lo ha dicho –añade mirándome cómplice y transparente- . Pero me ha pedido que hablara contigo. También me ha pedido que no te dijera que me había pedido que hablara contigo, ya sabes como son las mujeres.
Salimos del baño y él se dirige a encender su ordenador sin esperar a que le conteste. Me conoce bien y sabe que yo tengo mi propio ritmo, nunca le urgen mis respuestas.
– Fue una gilipollez de borracho -dije al fin quitándole importancia.
– ¿Bebes mucho últimamente?
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0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 55»
Mala combinación escribir después de mezclar ira y alcohol.
Ya sabes, siempre ‘shaken not stirred’.
Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.
No bebo nunca.
estoy cagando el primer café y no se si son pelotas o vacios lo que acaricia el marfil de aguas cerradas, lo que tiene estar en paro. Intento pensar en otra cosa que no sea yo ni las mujeres que cumplen eternas penas por matar asesinos. y me cago en todos los juezes de esta mierda de invento y en todos sus policias corruptos y hasta en el último carcelero de esta hormigonera de injusticia canalla. Mujeres que tuvieron miedo mil noches, horror muchas mas que dijeron hasta aquí. En vez de defenderlas, encerrarlas, en vez de amarlas…Mientras escribias, ellas morian, mientras leias, ellas clamaban justicia. era tu madre. era tu madre. vamos bastardos, hagamos algo por ellas de una maldita vez.
pues a lo mejor deberías beber algo, Adolfo.
Tu comentario tiene la belleza de lo contundente. Pero no se entiende nada.