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Aparición mingitoria

Miguel Pérez de Lema

Una de las razones, quizá la mayor, por la que no podría ser católico es por la facilidad con que los miembros de esta fe se arrojan por el tobogán de la superstición.

Vivo al lado del Jesús de Medinaceli, en Madrid, y veo la cola que se forma el primer viernes de cada mes, con ancianitas durmiendo en la calle -como esperado un concierto de los Jonas Brothers, igual igual- y me llega a enfadar, a enfadar absurdamente pues nada me va en ello ni es esa mi religión, pero también verdaderamente y hondamente porque su acto de superstición hacer saltar en mí no se qué resorte teológico: así no, así no.

Estas buenas beatas están convencidas de que la talla de Jesús de Medinaceli acumula mayor proporción de «Poder de Dios», que cualquier otra de alguna otra iglesia y puede por tanto hacer más y mejores milagros por ellas. Busque y compare y si encuentra algo mejor…

Y creen que puede hacer los milagros, además, cuando los monjes que la custodian lo digan, o sea los primeros viernes de cada mes. Una máquina de hacer milagros, vaya, con su on y su off místico, una cosa así como uno de esos sheiper esleiper de la teletienda que te quitan cosquillosa y mágicamente la lorza mientras ves la telenovela.

Lo cual que me encuentro con esta aparición mingitoria de Cristo y me reafirmo en mi distancia con la superstición como forma de expresión popular del catolicismo. A ver al final si voy a ser yo el auténtico guardián de la ortodoxia cristiana. Aunque no lo creo.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=7dlHOaozxuY[/youtube]

0 respuestas a «Aparición mingitoria»

Magnífico artículo.
Estamos muy místicos todos últimamente, será la edad.
He leído otro en el que dicen que desde la crisis ha aumentado muchísimo el número de visitantes de esa iglesia.
Necesitamos tener fe en algo.
Unos optan por las nuevas visiones del asunto, nueva era y similares; otros por lo ya conocido.
Y otros buscan la respuesta en la fría razón, que conduce a un laberinto en el que no hay respuesta. Y de ese laberinto sólo podrán salir con fe: en un santo, en sí mismos, en la conjunción de los planetas o en Belén Esteban.
Da igual cuál sea el objeto de la fe. Lo importante es sentirla.
Una vez que la has sentido, puedes comprender que los demás tengan fe en un zapato o en billete de quinientos. Porque la fe es, sobre todo un motor, la zanahoria delante del burro y en esta vida sólo importa la búsqueda de la felicidad.
La fe es sólo un camino.

Lo importante es que ninguna se alce como la fe verdadera.
Mientras, que cada uno se postre ante lo que le dé la gana.

Super atractivo el articulo.Tan interesante y frondoso como la fe y sus cuestionamientos.Lo que el autor describe,lo vemos a diario en el mundo entero ante la imagen de Jesus, Maria, José, San Expedito, El arcangel Gabriel etc…tambien es cierto que hay mayoria de viejecitas que raspan sus rodillas y arrastran sus caderas en los distintos santuarios, como queriendo atrapar a ese «vellocino de oro»,tan utópico como la excesiva fe.A veces mendigan solo una porción. Es dificil encontrarla (privilegio de pocos).Mientras la vejez busca el placebo del temor a la muerte,reconozco que me ocupo de la fe personal y trato de que el retazo de voluntad que aparece de vez en cuando para encontrarla vaya x caminos diferentes de la propia omnipotencia.Duele menos,aliviana miedos.Susana (una mujer argentina).

Me gusta mucho el artículo. Hay 3 conceptos, «fe, superstición y devoción» que se están usando como sinónimos sin serlo. Las beatas tienen devoción, pero tal vez o muy seguramente sin fe. Fe en tanto que aceptar y asumir un «mensaje trascendente» con todas tus fuerzas vitales, ¿quien la tiene hoy?

Un dicho inglés dice «Beaty is in the eyes of the beholder» que vendría a ser algo así como «La belleza está en los ojos de quien la contempla», supongo que con la fe y los milagros sucede un poco lo mismo: probablemente quien acaba obrándolos sea quien con mas fervor crea en ellos; ¿Qué te dice que esas visitas mensuales que hacen las viejecitas al Jesús de Medinaceli no son lo que les da la fuerza y el entusiasmo y la esperanza y las razones necesarias para seguir tirando con alegría hasta el siguiente primer viernes de mes? Igual hasta creen que vendrán tiempos mejores y se sienten afortunadas y van felices por la vida…, lo cual, dadas las circunstancias, podría ya calificarse de milagro.
Saludos!

Veo que te molesta que esas personas, y otras muchas, tengan, tengamos fe en algo más allá que el materialismo. Tú lo llamas supersticción, porque deseas desprestigiar en lo que creen, creemos.
Lamentable y, por supuesto, estoy seguro que cobarde. ¿Por qué no me cuentas esto sobre otras religiones?
Saludos y déjanos creer en lo que creemos.

Pues yo lo encuentro completamente lógico y, a diferencia de Ariadna, sí creo que todo es lo mismo. ¿Qué diferencia hay entre creer lo del ídolo de Medinaceli, con sus horarios puntuales, o que un hombre, que no era hombre, resucitó al tercer día de ser torturado y asesinado voluntariamente? Quizá ésto es aún más difícil de creer (sin quizá).
¿Qué pasaría a nivel mundial si se representase a Jesús de Nazaret feo, bajito, gordo y calvo? Habría millones de creyentes matándose unos a otros. ¿Cuanto duraría el vaticano si el Papa vistiese de Armani, cenase en buenos restaurantes y tuviese mujer, hijos y hasta nietos saliendo con sus amorios en las revistas del corazón? Pues todo eso podría hacerse sin afectar al dogma. No, no, la religíón es superstición, montaje mental, inventarse las respuestas antes que el vacio. y cuanto más creativo más efectivo. Y funciona bien en ciertas personas, mejor que otras cosas. Y que dure…

MARISOL: Como tantas veces, nuestras opiniones son intercambiables.
SUSANA: El efecto placebo es todo un temazo. Me lo apunto.
ARIADNA: Brillante explicación. Condensada y potente.
ASTERION: De acuerdo contigo en que el Poder lo transmiten los creyentes a su ídolo.
FRANCISCO JOSÉ: Cubre usted muy dignamente la cuota energuménica que un tema como este debe suscitar.
LUIS: Ayer oí en la tele que el Papa lleva zapatos de diseño exclusivo de Prada.

Algo que tengo por ahi escrito y que puede adaptarse a lo que se comenta:

Difícilmente en el mundo materialista en que vivimos , queda espacio para la espiritualidad pues, espiritualidad va de la mano de lo inmaterial.

Algunos tienen la necesidad de buscar la espiritualidad debido a carencias que perciben en su interior, no se encuentran a sí mismos o simplemente porque quieren sentirse mejores personas o creen que es la moda actual y, recurren a distintos campos para intentar aprender /obtener la misma sin tener en cuenta que, la espiritualidad es innata y no es algo que te llega de la nada, no se aprende. Podemos tocar varios palos en su búsqueda.,ponemos entusiasmo y creemos haberlo conseguido, pero poco a poco nos llega la decepción y vemos que ese no es camino a seguir para llegar a la misma pero, como tenemos tanta oferta de métodos espirituales en el mercado , simplemente agarramos otro y seguimos y, entre intento e intento vamos tirando. La religiosidad es otra historia, especialmente antes, antiguamente, tenía una “lógica” al menos entre las gentes muy pobres, cuanto mas pobres más creyentes, necesitaban tener esa creencia para de esa manera no sentir de la misma manera el hambre y la miseria por la que pasaban y les cegaba y, llegaban a comprender cuando uno o varios de sus hijos fallecían por las carencias, pues era una prueba del señor e irían al reino de los cielos. Los ricos o adinerados, también creían y daban las gracias a dios por los bienes y el poderío. Esto dejó de ser tan notorio hace unas décadas pero algo va hacia atrás pues se está regenerando, resurgiendo.

Espiritualidad es igual a: Sensibilidad, racionalidad, inmaterialismo,
respeto. HUMANIDAD . Todo esto no se compra ni se obtiene en un
manual.

Fe: Fuerza interna que una persona genera frente a una necesidad/deseo absoluto.
La fe por sí sola carece de fuerza.

La Religiosidad: es una herramienta que se debe utilizar adecuadamente.

Cuánta destreza, cuánto gato esquilmado, cuánta oveja esquilada.
No sé por donde empezar querido señor de las tinieblas.
A los que no siguen su camino los sojuzga con su yugo y calambur ignominioso. Con su capa española sujeta por inanes fíbulas, pretende ser el «bo-bo» que pinta amarillas flechas del santo camino, en ese peregrinar que no tiene rumbo fijo.
Con sus dardos, y los pelos de su lengua, conmina a los que por esta playa se pasean con aire altanero a besar sus pies y clamar sí quieros cual adolescente que cree saberlo todo.
Mírese su viga y ponga su granito, pero no haga una montaña…

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