por Juan Hoppichler
Clement Rosset (1939) es un pensador francés filosóficamente germanizado cuya obra gira en torno a lo Real y su Doble. O sea, que desvela todas esas ilusiones que nos creamos diariamente para no pegarnos un tiro ante la evidencia de lo puerco que es este mundo. El engaño básicamente se sostiene por la Alegría, esa “fuerza mayor”, irracional y necesariamente totalitaria, sin la que no podríamos vivir.
Tarifa es una población de pescadores que hace las veces de enclave surfero en la costa gaditana. Frecuentado por turistas hippiescos tanto nacionales como extranjeros, todos parecen igualmente hermosos y felices. Vienen en caravanas, van cuidadosamente desaliñados, bailan y juegan con malabares. Un magnífico escaparate del Paraíso.
Daorino –tarifeño y nihilista- me guía por las playas. Llegamos a la de Bolonia, donde las ninfas se han quitado el tanga y sonríen picaronamente ante nuestras rijosas miradas.
Pegunto por una isla enorme que reina en el horizonte, conectada con el pueblo por unos metros de dique.
-Es la Isla de las Palomas-me informa.
-Tiene buen aspecto ¿vamos?- pregunto.
-Me temo que no podemos -me dice- es un antiguo fortín militar reconvertido en centro de internamiento para los inmigrantes ilegales que llegan en pateras. Están ahí para ser deportados. Hay gente que quiere cerrarlo, dicen que tiene condiciones infrahumanas.
A mi lado dos escandinavas juegan al volley en pelota picada.
La contradicción me sobrecoge. Imagino lo que tiene que ser hacerse miles de kilómetros, cruzar el Estrecho y sobrevivir para ser encerrado allí. Pero sobre todo bordear esposado la línea de costa en una furgoneta de la Guardia Civil y que todo lo que veas de Europa sea este vergel prohibido.
Súbitamente me acuerdo de Rosset. Se lo comento a Daorino y me recuerda la diferencia entre alegría ilusoria y alegría paradójica.
-La alegría ilusoria consiste en la fantasía de que lo trágico de la existencia ha sido superado. Al ser irracional actúa totalitariamente, claro- me explica
– Por ejemplo, si les mencionamos a todos estos jóvenes encantados de haberse conocido lo que es esa isla se enfadarán y nos tacharán en aguafiestas.
-Más o menos.
-¿Y la alegría paradójica?
-Para esa dice Rosset que hace falta ser emocionalmente fuertes, requiere ser conscientes de lo irremediablemente trágico de la existencia.
-O sea, querer saber a pesar de que entonces nunca podremos ser plenamente felices. No rendirse a pesar de la Isla de las Palomas.
-Diría que es algo así.
Nos fijamos entonces en la hora y volvemos al centro, hemos quedado con unas amigas.
0 respuestas a «Rosset en Tarifa»
Nunca se acuesta uno sin saber nada nuevo. Hasta que leí esto pensé que yo era una persona alegre. Ahora ya sé que soy ¿paradójicamente alegre o alegremente paradójica?
Pues paradójicamente alegre…esperemos.