Seguir luchando es la única opción.
Ya no te preguntas cómo. Simplemente, luchas. Sabes que cuando un enemigo caiga, otro se levantará en su lugar. Ensangrentada, envejecida y ácida, sigues avanzando.
Te has curtido en la batalla y has aprendido a controlar los momentos de pánico y a no sucumbir a los momentos de depresión.
Que duran lo que tarde en llegarte otra señal.
¿Las señales llegan, o tú ves señales en todas partes?
Llegan.
Demasiado tiempo en el frente como para confundirte.
Un error sería fatal.
Podría acabar con tu vida.
¿Y? me dices con ojos que saben demasiado.
Echas un tronco al fuego y pierdes la mirada en él.
El horizonte es la única conquista que me falta.
Enciendes un cigarro en las brasas, das una calada y, cuando me sonríes, envidio la valiente picardía que brilla en tus ojos.
Yo no he nacido para morir en retaguardia.
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0 respuestas a «Albedrío»
Jajajajaja, claro que no has nacido para morir en retaguardia. Con permiso de Aristóteles, eres un gran motor inmobilis.
Jejeje, Carmen no me digas esas cosas, que luego me lo creo y mi madre me regaña.