por Tímido Celador
Esta mañana me he hecho una paja en la ducha a la salud de la Sacerdotisa.
Y, como si me adivinara el pensamiento, he recibido un correo suyo en cuanto he abierto el ordenador de la clínica. He cerrado el Hotmail inmediatamente, acojonado perdido, como si me hubiera pillado con las manos en la masa.
Como si a ella pudiera molestarle que la homenajee en mis momentos íntimos.
Una vez que me he convencido a mí mismo de que es una casualidad que ella estuviera escribiéndome mientras yo salpicaba los azulejos del baño, me he atrevido a abrir el correo otra vez. En buena hora. No había cuerpo de texto. Sólo una pregunta en la línea del “Asunto”: ¿cómo va tu misión?
Huelga decir que no he buscado ninguna mujer joven para el Guru. No consideré que la cosa fuera en serio, yo soy una persona normal que tiene los miedos normales de hacer cualquier cosa que se salga de la norma.
He intentado no volver a pensar en ello, pero, entre la correspondencia que nos trajeron para los internos había un sobre para el Guru. Y en el remite, sólo un nombre: Iris. Parece que lo hace aposta, la cabrona.
– Trae, se lo llevo yo- dice Charlie arrancándomelo de las manos-. A ver si quiere darme los sellos, son de un sitio muy raro.
No le aclaro que los sellos son de Moldavia. Ni que la puta colección que lleva haciendo desde hace años para sus futuros hijos no vale nada, porque los que valen son los sellos sin matasellar.
Charlie, ignorante y feliz de serlo, se aleja por el pasillo con el sobre en la mano, silbando alegremente.
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Pasadas las distancias insalvables que propiciaron las intensas nevadas sufridas, da gusto despertar con el guiño de un día primaveral.
Me quedo con las dos primeras frases: mi Tímido Celador decorando con perlas las paredes del baño mientras piensa que alguien le lee la mente. Sublime.
P.D. Tal vez nos encontremos por ahí. Tengo que hacer dos entregas: una al gurú y la otra, un envío urgente a Moldavia. Cosas del negocio, ya sabes…