por Marisol Oviaño
Cuadro: Van Gogh
El otro día, X. se pasó por la trinchera proscrita para comprar un libro y estuvimos charlando un rato. Me dijo que, si yo hubiera hecho oposiciones como él, mi vida sería mucho más fácil.
Me eché a reír: si yo fuera funcionaria, él no habría hecho treinta kilómetros para comprar uno de nuestros libros. Ni yo llevaría diez años invirtiendo tiempo y dinero en un proyecto editorial sin más ayuda que el sudor de mi/nuestra frente y la complicidad de mecenas privados, familiares y amigos, personas con nombre y apellidos que prestan su dinero (o su trabajo) sin interés y sin hacernos firmar nada, porque creen en lo que hacemos.
Si fuera funcionaria, habría pedido subvenciones para todo –es de idiotas idealistas arriesgar lo tuyo cuando puedes arriesgar el dinero de los demás- y lo que escribimos y lo que hacemos carecería del adjetivo proscrito, de la rabia del rebelde y de la lucidez del que sabe que mañana podría volver a la cueva sin haber cazado nada. Esa visión del universo, esa libertad pirata, es precisamente lo que atrae a los lectores a nuestro barco. Sin ella, nadie nos leería, nadie vendría a comprar libros, ni a apuntarse a talleres, ni a charlar. Y yo estaría dirigiendo un proyecto “cultural” vacío de contenido, pero eso sí: subvencionado por el Estado. Mi madre no me traería carne y huevos cada vez que va al pueblo, mis hijos tendrían más juegos para la playstation y creerían que ir a esquiar en la Semana Blanca es un derecho fundamental del hombre. Y, seguramente, yo me acostaría cada noche pensando que todo marcha a la perfección.
X. insistía en yo seguiría siendo la misma, y se puso como ejemplo: canta en un coro subvencionado por una caja.
No era un buen ejemplo, por dos razones: en primer lugar, no se puede comparar una afición de fin de semana- que necesita de los impuestos de todos para existir- con una vocación que te atrapa antes de que tengas uso de razón y a la que entregas la vida. Yo no necesito que ningún subsecretario firme una orden para ponerme a escribir. Escribo porque lo necesito. Escribo con Zapatero como escribía con Aznar y como escribía, de niña, con Franco.
Esa pulsión es lo que se conoce como arte.
Y en segundo: ese razonamiento me daba más munición contra el Estado.
En un momento en que el país necesita más que nunca el empuje de quienes pueden generar riqueza y puestos de trabajo (autónomos, gente que no se atreve a salir del paro porque no sólo pierden el subsidio: además tienen que empezar a pagar casi 300 euros de SS al mes antes de saber si conseguirán llevar comida a casa), en un momento en el que esa gente necesita más que nunca que aflojen la presión fiscal sobre ellos y les faciliten el acceso a créditos, el Estado, a través de esas máquinas de robar al ciudadano que son las cajas de ahorros, se gasta el dinero en financiar los hobbies de funcionarios que necesitan sentirse artistas de viernes a domingo.
Creo que lo llaman cultura.
0 respuestas a «Diferencia entre arte y cultura»
Admiro la fuerza de tu vocación y tu valentía. Pero esa pulsión por si misma no creo que sea arte en cada uno de los casos personales que hay por el mundo y a lo largo de la historia que compartan contigo vocación y valentía, dependerá de más elementos. Me siento tan lejos del asunto que no me atrevo a enumerar ni soy capaz de reconocer todos los elementos que debe de tener algo para ser arte y no otra cosa.
Desde luego coincido plenamente en lo que dices en el último párrafo, lo firmaría sin dudarlo.
Gracias por compartir todo lo que dais a través de este blog, que yo considero valiosísimo, pero no siempre artístico, ni falta hace que lo sea (en mi opinión).
Yo diría que arte es algo que trasciende al propio artista- que sólo es un instrumento-, para convertirse en algo universal.
Como tú muy bien dices, no es arte todo lo que aquí puede leerse, ni pretende serlo, ni hace falta que lo sea.
Pero últimamente me encuentro con tantas personas que creen que sin las subvenciones estatales el arte dejaría de existir, que sentí la necesidad de aclarar que una cosa son los hobbies patrocinados por cajas de ahorros, ayuntamientos y demás instituciones públicas y otra muy distinta la pulsión del creador, que crea porque no puede hacer otra cosa. No es lo mismo Picasso que las señoras que acuden a los talleres de macramé que organiza la concejalía de cultura de su distrito.
Seamos «benditas las personas,(cada una desde nuestro lugar) que hayamos venido al mundo con un llamamiento,una vocación.Ese llamado interno y muy profundo.El llamado del alma.Un psicólogo notable: James Hillman,dice: «quien escucha su vocación, plasma su ser, y al hacerlo,descubre un sentido y encuentra un modo de vivir, actuar y vincularse que mejora al mundo.Porque las vocaciones «atendidas»,mejoran el mundo». Sin duda coincidirás Marisol, todas nuestras actividades construidas con valores son producto de una vida elegida.Susana (una mujer argentina).