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Nestor Makhno: Una vida de película

Por Robert Lozinski

– Me molaría ser anarquista- dice el muchacho mientras se rasca la mejilla con la culata de un revólver, verdadero o de juguete, no está muy claro-. La vida es tan aburrida hoy día.

Al chico ya no le quedan ideales por los que luchar. Los han agotado todos los padres y los abuelos. Se haría makhnovista si pudiera pero nadie se lo propone, así que se dedica, no sin resignación, a seguir plantando cebollas.

-Vivo- añade- que es lo más importante.

Es Iuri Anatolievichi Makhno, el sobrino segundo de Nestor Ivánovichi Makhno. Vive en Guliai Pole, Unkrania. (Nestor Makhno, un campesino de Ukrania)
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Su lejano pariente tuvo un sueño: crear en Guliai Pole, su pueblo natal, una república libre de cualquier tipo de opresión. ¿Un loco, un soñador, un ingenuo? O todo junto y algo más: un actor con talento. Saber convencer, caer simpático, ser, como se dice, “de los nuestros “. Podía hacerse querer.

– Bebo con ellos, bailo en la bodas, voy a las ferias, me emociona el llanto del acordeón porque este es nuestro modo de ser. Nuestra gente es sencilla, no se sabe ni cuatro letras del alfabeto y si no les hablo en nuestra lengua no me creerán.

Nestor nació en el otoño del 1888. Se cuenta que cuando lo bautizaron, la llama de una vela quemó la manga de la túnica del pope (sacerdote ortodoxo). Esa fue la señal de que había nacido un terrible guerrero. Cuenta también el pueblo que su padre puso en la partida de bautismo una fecha equivocada, lo que iba a salvarle de la horca zarista 20 años más tarde por ser considerado menor de edad. En Rusia la mayoría de edad se cumplía a los 21 años.
Es decir, nació con estrella.

Desde pequeño tuvo que trabajar duro. El padre se murió dejando mujer y cinco hijos. Nestor era el benjamín. Era de pequeña estatura y de constitución no muy robusta. Las películas soviéticas nos lo pintaban como un bandido imbécil, melancólico estrambótico, a veces de cursis gafas negras y rodeado de soldados armados de Mausers y sables y ahítos de aguardiente. Podía matar al azar a hombres y mujeres en una fiesta de pueblo. Nada que ver, parece, con el real Batika Makhno (padre y comandante Makhno) que, dicen los historiadores, llegó a reunir bajo su bandera negra con un cráneo y dos huesos y la inscripción “Libertad o muerte” un ejército de más de 40 mil hombres. Combatió al margen de cualquier ideología, contra el poder bolchevique o alemán, que bajo apariencias pacificadoras camuflaban ambiciosos proyectos de ocupación.
Tampoco los libros de historia decían gran cosa.

“La libertad de cada uno es la responsabilidad de todos”, escribía Makhno en sus memorias (Nestor Makhno, un campesino de Unkrania). Corría el año 1925. Se había refugiado en París. Estaba enfermo y decepcionado. El ciudadano que lo conoció por las pelis podría llegar a pensar que una frase tan rara se le habría podido ocurrir bajo los efectos de una brutal resaca.

O “Hemos transformado la lucha de ideas en guerra entre los hombres”. Debió de estar muy cocido cuando dijo esto.

En 2007 hicieron otra película con León Trotski de malo y los rojos de borregos que no tenían ni idea de cómo había que pelear. Девять жизней Нестора Махно (“Las 9 vidas de Nestor Makhno”) se llama. Una serie con 12 capítulos. La vi durante las vacaciones de verano de 2007, mientras estaba en Moldavia, en casa de mis padres. Vi emoción y Pavel Dereveanko, el actor que interpetó a Makhno, me cayó simpático. Creo que la música y el vestuario igualmente estuvieron a la altura.
Pero yo no soy un experto.
Ah, y en cuanto al detallito de las gafas oscuras, parece que Makhno no las usaba por chulas sino porque la luz del día le hacía daño en los ojos que durante los 10 años de encierro en la mazmorras zaristas se fueron acostumbrando más a la oscuridad.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

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