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EJÉRCITO DEL FUTURO General

Sola

por hijadecristalero
Fotografía en contexto original:cgtchiapas
A solas

Ya no tengo miedo a que se rompa la lavadora, a que el frigorífico termine de despedirse de nosotros (lleva 19 años conmigo), a pinchar una rueda, a que llegue un recibo del ayuntamiento… Cualquier pequeña avería doméstica, cualquier pequeña reclamación burocrática puede dar al traste con nuestro precario equilibrio económico.
Pero sé que siempre acabo encontrando una solución. O a última hora entra un trabajo medianamente pagado, que me permitirá ponerme al día con mis acreedores. Mis problemas son mezquinos: un recibo del gas, un pico del alquiler, una actividad extraescolar fuera de plazo… Chinitas en el zapato que en algunos momentos parecen clavos en los pies.

Chinitas en el zapato que me quito pacientemente. Me siento a un lado del camino y, mientras mis ojos se pierden disfrutando el paisaje, mis dedos palpan buscando aquello que me está haciendo daño. Lo arrojarán lejos de mí y me darán un masaje en las doloridas plantas, para que pueda volver a calzarme y continuar el camino.
Podría descalzarme para siempre y nadie me encontraría.
Pero otros dependen de mí.
Y reemprendo el camino.

Sola.
Sin Estado que ayude.
Todo lo contrario: si quieres llevar adelante un proyecto que podría sacar a gente del paro, lo primero que has de hacer es pagar. Antes de saber si vas a ganar o perder, y tanto si ganas como si pierdes. Paga.
Paga, paga, paga.
Ser emprendedor sale muy caro.
Mucho mejor hacer rebaño asalariado y cobrar el paro hasta que se agote.
O guardarme lo mío y pedir una subvención, mejor arriesgar el dinero de los demás.
Ya lo dicen en “El último superviviente”: no gastes en cazar un animal más energía de la que te va proporcionar cuando te lo comas.
Y sin embargo, aquí sigo: trampeando de espaldas al Estado para alimentar a mi prole, con la ilusión de, a la larga, dar de comer a otras familias.

Sola.
Sin banco que avale.
Antes los banqueros me cubrían los recibos cuando llegaban en descubierto y me llamaban para ofrecerme dinero, incluso inventaron una cosa que se llamaba línea de crédito. Nunca les dejé nada a deber. Y, sin embargo, ahora me miran como si no me conocieran. Todo lo que tengo está pagado. Hoy tengo un poco más que lo que tenía cuando hace diez años me prestaron el dinero para comprarme una casa. Entonces no tenía nada. Ahora me veo atada de pies y manos por cantidades ridículas, ahora sólo necesitaría la décima parte de lo que me prestaron cuando no tenía nada, ahora no me dan ni los buenos días. No me dejan ni arriesgar lo poco que tengo.
Día llegará en que sean ellos los que vengan a hacerme la pelota.
Mientras, vivo sin créditos ni tarjetas.
Y eso me obliga a tomar en muy poco tiempo decisiones difíciles.

Sola.
Sin hombre con el que consultar, sin hombre en el que refugiarme, sin hombre que me diga adelante.
Sin hombre que aporte, arregle un enchufe o lleve el coche al mecánico.
Sin hombre que me caliente la cama.

Y sin embargo, aquí sigo.
Avanzando.
Dándolo todo.
Y me callo, me doy miedo a mí misma.

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