por mujerabasedebien
Todas las noches el sujetador acaba molestándome.
Me lo quito sobre la marcha, sin desnudarme y lo saco por el cuello de la camisa. Cuando me roza la nariz, no puedo evitar detenerme a olisquear sus copas. Es un olor diferente al del resto de mi cuerpo, mucho más sutil, menos amenazador.
Si no fuera mi sujetador diría que es el de una mujer que usa un delicado y perturbador perfume, de esos que en lugar de dejar una estela penetrante que te arruina la comida, dejan la necesidad de volver a olerlo.
Pero el sujetador es mío.
Huelo a mujer desconocida.