por Tímido Celador
Yo salía cuando la Sacerdotisa ha aparecido al principio de la calle.
Iba pensando en sus cosas. Si yo hubiera continuado mi camino sin decirle nada, no habría reparado en mi presencia.
Pero me he demorado un par de minutos observándola sin que ella lo supiera. Y una tonta ternura ha brotado en mí, como la que debe sentir el francotirador segundos antes de disparar a su víctima.
Al tenerla ajena a mi visor, vulnerable, he sentido una extraña necesidad de protegerla. Y, aunque sé que ella se basta y se sobra para cuidar solita de sí misma, me he quedado allí, junto a la verja, poniéndole la zancadilla con una gran sonrisa.
– ¡Hombre, hola!
Se ha alegrado de verme y me he dado cuenta de que muy poca gente se alegra de verme, no porque los otros no me aprecien, sino porque cada vez me relaciono menos con los demás. De casa al curro y del curro a casa. Antes al menos salía todos los fines de semana. Pero de un tiempo a esta parte a todos mis amigos les ha dado por casarse y tener hijos, y cada vez es más difícil encontrar alguien con quien salir. Otros solteros se las ingenian para ir improvisando pandillas a la medida de sus necesidades, pero a mí me dan miedo los cambios. Me da pereza encariñarme con desconocidos.
– ¿Qué tal estás?
– Bien-contesto-. Iba a ver si encontraba alguien con quien tomar una caña.
– Pues no busques más. ¿Dónde vamos?
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0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 37»
Genial, me ha gustado! Una situación vivida por muchos! gracias!
Coincido con Mireia.Excelente relato.Testimonial multiple de situaciones vividas.No busquemos mas..¿adonde vamos?..soledad de soledades….Susana (una mujer argentina).