por Juan Hoppichler
Fotografía en contexto original: cesarmartignon
Volví a quedar con Jara. Asistimos a una charla sobre antipsiquiatría, una rareza total que sin embargo le interesó. Después sugerí (grave error) ir al Café Gaudeamus de Lavapies, inaugurado mientras ella vivía en Berlín. Todo iba bien. Me estaba contando lo duro que había sido Berlín, que tuvo un ataque de ansiedad, que se vio sin dinero,… cuando apareció Carlo. Empezó a abrazarla, a decir que estaba muy linda y todo eso. Luego se presentó.
-Soy Carlo ¿y vos?
-Soy Mircea y nos hemos visto y presentado por lo menos una docena de veces.
-…
-Soy el amigo rumano de Jara.
-¡Es cierto! ¡El gracioso!
(La conversación había muerto, larga vida a la impostura).
-Sí, el gracioso.
Este argentino, bien alimentado y de profesión sus labores, presume de cruzar a Francia regularmente para despistar a Inmigración: esos huevones fascistas no podrán conmigo. Yo me huelo que éste tiene pasaporte italiano y se dedica a vender milongas. Un ilegal, alguien sin el culo cubierto, no anda con estas tonterías. Sin embargo, este rollo que suelta a toda chica que le gusta, funciona. De hecho, se trajinó a Jara alguna que otra vez. Y es que hubo un tiempo en que Jara se la mamaba a cualquier sarnoso que predicara contra el Capital y el Estado. Ahora, por lo que veo, ha amainado un poco.
-¿Qué tal te va Carlo?-preguntó Jara.
(Lo conocimos en una rave de la Universidad. Él no era estudiante, pero no se pierde ninguna fiesta en el Campus. Entró a Jara y todo fue fácil: se parece a Matt Dillon en Drugstore Cowboy)
-Jodido, estos cabrones me quieren expulsar del país…
Era otra vez el mismo rollo, o sea, puso los cojones sobre la mesa, y empezó a soltar su monólogo. A mí ni me miraba. Intenté meter baza.
-Jara acaba de volver de Berlín
(O sea que te calles y la dejes hablar)
– Ah ¿sí?¿Cómo fue?¡Contá!
Jara retomó el tema de Berlín, pero en un tono distinto. Habló de conciertos y gente interesante, de sus chicos, y de experiencias muy fuertes, tío, aseguró. En fin, lo de siempre, que somos jóvenes y hermosos y mucho mejores que esos barrigones sin estilo que arrastran una vida de miseria e hipotecas.
Mientras Jara hablaba, él la interrumpió, puso su brazo alrededor de su cuello, y miró al vació con cara estúpida.
-¿Te acuerdas de nuestro fin de semana en Cáceres?
Luego me guiñó un ojo, por si me quedaba alguna duda de que se la había follado allí.
-Sí claro…-balbuceó Jara.
Esta vez parecía que también a ella le estaba cargando.
(Para Jara, al contrario que a mí, el extraño siempre es una promesa de vivencias y placeres. A mi los desconocidos siempre me han dado pereza)
Tras perder media hora viendo cómo Carlo se miraba el ombligo, dije que me tenía que ir. Jara se sumó y nos fuimos a la filmoteca. Vimos una película española. Había unos muy malos que iban de verde y otros muy buenos que se despelotaban. En Atocha ella se quedó en su casa y yo me fui a la mía andando Castellana arriba. Se me ocurrieron en un minuto más de una docena lugares en los que me gustaría estar. Ninguno era Madrid.
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Me gusta cada vez más.
Delibes dijo del joven Umbral, cuando éste empezó a trabajar en su periódico:
«Todo lo que escribe este chico tiene vida».
Pues eso.
Pues esperemos que su autor vuelva pronto de Guatemala- ha ido a evagenlizar o a algo a así-, porque sólo me queda uno por colgar.
Casualmente estoy releyendo «Travesía de Madrid», de Umbral, y lo estoy disfrutando mucho.