por Tímido Celador
(Para Ariadna: te prometo que esta vez sí. Aunque va en 3 capítulos y no va a gustarte)
(Y Carmen: Ya te vale)
– Llegó esta tarde un sobre para la casita- me dice Carlota cuando paso a despedirme de ella hasta mañana.
– La Sacerdotisa dijo que…
– La Sacerdotisa puede decir misa, pero yo no quiero mensajeros despistados por el jardín- contesta desabrida-. Tu jefa soy yo- añade poniéndome el sobre en las manos con una violencia que a mí me parece gratuita.
Hace horas que anocheció, pero hoy el cielo está despejado, la noche está clara y puedo ver la helada que está cayendo. Hace un frío de pelotas y de la casita sale un agradable olor a chimenea encendida que, no sé por qué, me envalentona.
Desde que estuve con ella no he vuelto a estar con ninguna mujer, mi vida es un páramo. Y mi padre hoy iba a cenar y al bingo para celebrar que otro amigo se ha jubilado.
Nadie me espera en ningún sitio.
Cuando estoy a diez metros de la casita, la veo en la leñera, cargando con varios troncos. Me meto el sobre dentro de la cazadora, me acerco a ella y extiendo los brazos para que deposite la carga sobre ellos.
No decimos nada.
Ella me sonríe y trasvasa la leña de sus brazos a los míos.
– Echa más.
Obedece y coloca cinco troncos más sobre los que ya tengo en los brazos. La sigo hasta la casa y sujeta la puerta para que yo pase.
– ¿Te apetece tomar un vino para entrar en calor?
0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 29»
Ay, Tímido…
la vida en la calle, en mi restriegue por el mundo, me impide, afortunada de mí, no asomarme tanto a la virtualidad como estos meses atrás.
No tomes a mal aqullo de Tímido Felador, ya sabes que en la repidez del tecleo, si no revisas, la proximidad de las teclas, caprichosas y juguetonas, te juegan esa baza, convirtiéndote en pasto de psicólogos:»no son las teclas, son un acto fallido», que dicen ellos, sabelotodo.
Estás hilvanando una historia muy interesante. La historia que tú inventaste un día, te ha poseído y es ella, desde hace unos capítulos, quién te elije a tí como «transcriptor».
Hubo un momento en el que el Gurú perdió las riendas que magistralmente llevaba. Y eso quizá la hace más humana.
Sigo redundando en mi opinión, en mi recuerdo de Don Juan, de Carlos Castaneda. Y en otro personaje más de aquí y ahora, Pepe Ibarra.
Felicidades. (Pregúntale si no a tu fiel admiradora Ariadna).
Tu timidez impúdica nos seduce gustosamente…